ENTREVISTA Y CADENA.

Columnistas

En más de una ocasión nos habrá pasado que, aquello que escuchamos de otra persona, termina por no ser placentero o agradable a nuestro oído y entonces, adoptamos una actitud de indiferencia, cuando no, de molestia.

Creamos, automáticamente por decir de alguna forma, una barrera comunicacional, porque aguardando -como estamos- por escuchar que nos digan algo respecto de lo que nosotros queremos oír o nos interesa saber, no estamos en la mejor disposición de atender otras propuestas o respuestas. 

En esta instancia pre-electoral en la que muy poco importan las formas, los estilos se confunden con deseos y las acciones se ejecutan en función del ego, los mensajes emitidos deberían ser recibidos con la apertura, predisposición y mesura suficiente que permita discernir adecuadamente sobre el contenido de la información aportada, ni se diga en tratándose de funcionarios públicos que tienen obligación de comunicar sobre sus labores. 

Una y otra actitud suenan legítimas, tanto como la emisión del mensaje por quién lo hace, a partir de su propia convicción e interés. Sin embargo, preciso es reconocer que hay momentos tan próximos a nuestra ansiedad, preocupación o requerimiento que nos predispone a favor o en contra de lo que nuestros oídos y cerebro captan.

La noticia, entonces deberá ajustarse a lo que en efecto se comunica y no necesariamente a lo que se exige y demanda, porque se corre el riesgo de -desestimar o demeritar por demeritar- lo que resulta en una imprudencia que supera el profesionalismo, por el afán de privilegiar y conectar momentos e impacto electoral. 

Dicho así, la necesidad de supervivencia para salir de los cortes de luz, llevan a un gobierno -arrimado contra las cuerdas- por efecto de la situación climática y las deficiencias propias del inadecuado e inescrupuloso manejo del sistema energético en por lo menos los últimos 30 o 40 años, a la adopción de medidas urgentes, para proteger instalaciones existentes y paliar la situación que deriva en crisis encadenada a la sequía y subsecuente mengua de electricidad.

«Salir del oscurantismo» significaría dejar atrás una etapa en la que ha predominado la falta -no solo de conocimiento- sino fundamentalmente de responsabilidad administrativa y política, particular que no puede ser soslayado, ni tampoco adjudicado íntegramente y sin beneficio de inventario al mandatario de turno, amén de sus propias indecisiones o demoras.

La única respuesta que cabe es decir la verdad y sin ocultamientos completar la tarea y superar la dificultad en el menor tiempo posible, para crecer, con garantía y sin sobresaltos, sobrepasando de una buena vez el estatismo energético limitante y perjudicial.

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