Ellas las imprescindibles/ Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL


Ayer la mujer celebró su fecha símbolo en su lucha a través del tiempo por alcanzar igualdad de derechos y participación en la sociedad y en el desarrollo.

Octavio Paz, decía que la mejor medida del avance, progreso y modernidad de los pueblos, no se determina únicamente por el grado de desarrollo científico o tecnológico, sino más bien por la capacidad crítica y autocrítica de sus habitantes, así como por la libertad, igualdad y derechos humanos que se le reconozcan a las mujeres, en el acceso a las oportunidades de trabajo, de creación intelectual y demás.

Pero si realizo un inventario de mis 34 años de trajinar en la búsqueda de ayudar a mis semejantes, puedo, en realidad, fácilmente distinguir un solapado maltrato a nuestras parejas, aunque sea con una mirada, con una gesticulación; ya sea afectivamente, verbalmente o físicamente existe una tendencia generalizada a ser maltratada, sumisa, sometida, dependiente y apegada. La constante queja se repite a diario en los labios del 80% de mis atendidas, frases como: “todo le parece mal a mi esposo”, “siempre está bravo”, “no me valora”, “me grita”, “me mira como que me odia” “me hace sentir como que hago mal las cosas” entre muchas otras.

En realidad, sólo en la medida en que disminuyan, hasta desaparecer, las discriminaciones de género y sexo, habrá un verdadero y total reconocimiento a la dignidad humana de la mujer y la humanidad en su conjunto podrá finalmente disfrutar de la plena libertad que le corresponde. Entender que es una lucha contra la estigmatización machista social y propia de nuestra cultura que es promocionado inclusive por las mismas madres de los adolescentes. No tenemos idea de lo que es empatía o sentido de justicia, como que ya es mucho “premio” hacerlas nuestras esposas, no percibimos que ellas no tienen la culpa de nuestro arraigado inconformismo machista.

En ocasiones me he sentido muy indignado escuchar historias que me han provocado decepción y lástima compasiva de aquellos monstruos que cobardemente agreden a la mujer y lo peor aún son tales las ataduras y es tan baja su autoestima de estas víctimas enfermizamente sometidas al maltrato, que duele escucharlas decir que los siguen amando. El fomento de asertividad en la mujer, librándose de su timidez, saber respetarse y respetar a los demás, poner un ¡ya basta! sin herir a los demás, es una de las mayores herramientas a la que deben acudir.

Por un mejor rumbo de esas mujeres jóvenes que se han dejado arrastrar por la modernidad y que buscan ser iguales a los hombres, más que lograr igualdad de derechos o de género, han conseguido «masculinizarse» al punto de caer en su degradación dejándose pisotear, embriagándose de igual a igual, confundiendo libertad con libertinaje y desenfreno sexual, opacando esa gigantesca reserva de poder que poseen, nublando esa inteligente capacidad de decisión que poseen para cuando se necesitan ideas y aclaraciones acertadas. No hay mujer más poderosa en la sociedad que una mujer educada y trabajadora…

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