EL RECURSO FINAL / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

El último shoot al balón del Mundial de Catar, denominado “All Rihla” que significa “el viaje”, tuvo lugar en los octavos de final; y, este día domingo, ocurrirá algo similar, pero con el esférico especial denominado “Al Him” que significa “el sueño”, solamente acariciado por los jugadores de Francia, Argentina, Croacia y Marruecos en los cuartos de final, en la disputa del tercer lugar y en la finalísima que nos permitirá conocer al nuevo monarca de las selecciones de los países que se ganaron un espacio en la competencia del balompié mundial.

El tiempo ha volado, y cómo escapando de un letargo, nos facilitó el periplo. 

Apenas si nuestras gargantas estuvieron acostumbrándose a vibrar por la tricolor y ahora, se aprestan a conjugar un alarido de beneplácito para saludar a los campeones y seguidamente, guardar respetuoso silencio por unos años, hasta volver a la siguiente competición.

Pero, para nada se abandona el juego. 

A partir de mañana deberemos apresurarnos a definir el equipo, el DT, las fechas y los escenarios en que tendrán lugar los encuentros clasificatorios para el próximo mundial y, seguramente volveremos a preparar -una vez más- las voces, los cánticos, las banderas y los traslados, para emprender en otro desafío y respaldar a nuestra selección en una nueva aventura de gloria y esperanza.

Son momentos cíclicos, dirán, que corresponden al período temporal que, una vez finalizado, vuelve a empezar o regresa a un estado precedente (es decir que, al finalizar, comienzan de nuevo).

Y es verdad. Algo cíclico por tanto, es aquello que se reitera de manera periódica o que, tras una cierta cantidad de tiempo, regresa a un estado o, a una configuración anterior. 

Tal como ocurre con las elecciones y los gobiernos, independientemente de qiuienes participan y quienes triunfan.

Asistimos con entusiasmo, compromiso, civismo e ilusión a cada una de las citas, con la expresión más genuina de la democracia: la elección de autoridades de las funciones del estado  y de los niveles de gobierno.

Ciframos en ellas anhelos y depositamos confianza. Y lo hacemos indistintamente en cada ocasión en las que somos convocados a participar del proceso.

Pero, en febrero cinco del año que viene, el momento cíclico demandará de todos nosotros, un pronunciamiento adicional que permita ajustes constitucionales para mejorar nuestras condiciones de seguridad, de juridicidad, de representación, de praxis política, de designación de autoridades, de compensaciones para garantizar el apoyo a la generación de servicios ambientales, y también de sanciones ejemplares que nos aporten certeza y confianza en la institucionalidad del estado.

Algunas voces ya se han erigido en árbitros -no convocados- para la contienda, como si de ellos dependiera el éxito o el fracaso de la consulta. Nada más impropio, fuera de lugar e inaudito. ¡No van a dirimir absolutamente nada!

El pueblo ecuatoriano sabe lo que necesita y nadie torcerá su decisión de avanzar a un futuro digno y cierto.

Otras, están movilizadas para inducir al negacionismo  recalcitrante e indolente, confundidos, como algún dirigente de otra latitud cercano a su línea ideológica, que piensa que, para evitar el narcotráfico, los asaltos, los robos y disminuir la inseguridad ciudadana, es menester empobrecer a toda la población, porque a su juicio, nadie roba, asalta o mata a un pobre.

Se frotan las manos imaginando escenarios de desasosiego en los que puedan retornar sus «migrantes políticos» a seguir con sus prácticas de abuso y apropiación. 

¡Nada de eso ocurrirá!

El viaje y el sueño ecuatoriano sigue vigente y ahora apostará por el recurso final que le permita concretar el tan ansiado cambio. La decisión está en nuestras manos.

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