El pozo / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Hay incontables personas en el fondo de un pozo, atrapadas y sin salida, desesperadas por encontrar la forma de llegar arriba al borde. Hay quienes intentan organizarse, sin éxito; otras, aún tienen la remota esperanza que alguien las rescate; y una cuantas, ya resignadas, solo esperan la muerte. Todo es caos e impotencia. El pozo es tan profundo que saben que, salvo un milagro, será imposible salir con bien de allí.

En medio de semejante trifulca, tanto arriba como abajo, suceden cosas extrañas. Arriba, en el borde del pozo, aparece alguien que les grita con excepcional entusiasmo a los caídos que tiene la solución definitiva para que todos salgan del hoyo; en seguida lanza una gruesa y larga cadena de acero atada a un helicóptero para que de un solo tiro todos emerjan y se salven, pero en medio de la operación y cuando están ya cerca de alcanzar el brocal, este mismo personaje ordena disimuladamente al helicóptero que suelte la cadena y todos caen de nuevo. Este siniestro individuo culpa cobardemente del desastre al tipo de al lado que acaba de llegar con una larga escalera, quien totalmente ajeno a la culpa endosada, se hace de oídos sordos a tan falaz acusación y sin mayor aspaviento coloca la escalera hasta el fondo del pozo y pide que suban despacio y ordenadamente. Pero en el fondo del pozo destaca de entre toda la multitud un grupo de gente, tal vez la más pendenciera, sediciosa y alborotada que aún confía ciegamente en el hombre del helicóptero. Sorprendentemente, cuando la primera tanda de rescatados ya casi termina de escalar, estos belicosos patean la escalera desde su base y tiran al fondo del abismo a todos cuantos en ella estaban.

El Ecuador es el pozo. Mientras la mayoría de políticos (arriba) ofrecen sacarnos de él fácilmente con una buena dosis de demagogia y populismo, también están muy pocos sensatos que ofrecen hacerlo objetivamente y sin alharaca. Lo triste es que mientras arriba los primeros fingen ayudar y sueltan la cadena, abajo un grupo de resentidos revoltosos patean la escalera.

La de febrero del próximo año no es una elección cualquiera, no elegimos candidatos, elegimos entre la democracia y la dictadura, entre la corrupción y la honestidad, entre la violencia y la paz, entre la libertad y el totalitarismo. Es, como dice Osvaldo Hurtado, una elección crucial. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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