El número π en la política ecuatoriana / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Seguramente ha escuchado sobre el número Pi π, pero ¿qué sabe en realidad de él? Trasladémonos 250 años antes de nuestra era con el físico y filósofo griego Arquímedes quien habría sido el primero en descubrir el famoso valor 3,141592653589793238462…∞ de Pi, cuyo nombre deviene de la primera letra de la palabra griega periphereia que es justamente lo que calcula: la periferia o longitud de una circunferencia de cualquier tamaño dividida entre su diámetro, el resultado siempre será π: 3,1416… en su forma resumida. 

El número Pi es la constante matemática más famosa de la historia con una importancia capital en áreas como la física, aritmética, astronomía, geometría, estadística e incluso la música porque sus aplicaciones aparecen en infinidad de utilidades prácticas del día a día que van desde el reloj de péndulo, pasando por los celulares y el GPS hasta la misma llegada del hombre a la luna. 

Al número Pi se lo conoce también con varios otros nombres: irracional, impredecible, trascendente o áurico, todos ellos deben su apelativo a la infinita cantidad de decimales que se prolongan tras la coma SIN REPETIRSE, por lo que es imposible conocerlo y escribirlo completo, tanto así, que el máximo de decimales que hasta la fecha se han calculado es de 22 billones (con b). Por el contrario, muchos otros números llamados racionales lo son porque muestran resultados predecibles, como la fracción 22/7 por ejemplo, cuyo valor absoluto es 3,142857142857142857…∞ y sus decimales al igual que π nunca acaban, pero si se fija, siempre repiten un periodo. 

Tuvimos expectativas muy altas con el presidente Guillermo Lasso, pensamos que sería el número π de la política ecuatoriana: irrepetible, impredecible, infinito, único y lo que en política podríamos llamar “sanamente irracional”, pero durante estos dos años solo fue uno más de aquellos números racionales. Cada decisión política (racionalista, ultraconservadora y fácilmente predecible) tenía siempre el mismo patrón de tibieza y falta de liderazgo, los decimales después de la coma repetían una y otra vez su desinterés por eliminar a la mafia narcopolítica y la parsimonia y lentitud en el combate a la mafia narcodelictiva. 

Desde el primer día se le hizo notar que para trascender en la política ecuatoriana era imperioso echarse con frecuencia una ducha helada de irracionalidad, sí, la misma irracionalidad áurica e impredecible de π, la que rompe esquemas, la que patea el tablero, la que manda todo al carajo, la única irracionalidad que podía hacerle frente a las mafias, esa irracionalidad bukelista imprescindible para lograr la paz y gobernar con autoridad; pero no hizo caso, prefirió extender la alfombra roja a los delincuentes sin ensuciarse las manos y las consecuencias, claro, fueron totalmente predecibles: Guillermo Lasso sucumbió a esas mafias y terminó cavando su propia tumba antes de hora.  (O)

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