El negro Sangor en Quisapincha. 1534 / Pedro Reino

Columnistas, Opinión


Sangor es el primer negro que llega por Pasa a Quisapincha con Pedro de Alvarado entre Julio y  Agosto de 1534.  Sangor tiene preocupación por su señor don Pedro de Alvarado que ha llegado muy enfermo a estas sierras heladas. Ha llegado con su concubina, la princesa mexica doña Luisa de Xicoténcalt, y con su joven hija  Luisa de Alvarado.

Las indias de Quisapincha salen curiosas a recibirles con aguas de chuquiragua para que bebiendo a sorbos ardientes les quite el mal del páramo a los señores, a las señoras, y también a sus caballos. El negro Sangor mira a las indias cómo hablan con el mismo granizo quebrado que ha palpado que se deshiela de sus labios después que han  trasmontado el cerro Casha-guala, en estos meses en que la cordillera está con su crisis de malgenio.

El negro Sangor ensaya entender a los indios en las lenguas que él habla. Pregunta en ‘dónde es que están’, en su lengua Wolofa, aprendida con su madre en el Cavo Verde de África. Los indios le miran con más recelo que a su mula en la que ha llegado cabalgando desde el mar. No le responden con palabras sino con todos los gestos que tiene la curiosidad.

Los indios preguntan por el nombre del animal en el que ha llegado cabalgando. Ella se llama “”Alondra” en lengua de mis patrones, les explica, tratando de entablar amistad con esa gente de ponchos rojos y rostros de barro. La mula asiente con un resoplido. Los indos le miran sorprendidos y se dan cuenta que el negro es un carbón que habla y que debe servirles a los blancos  para prenderlo por las noches hasta que los fantasmas se estrellen con sus dientes. Se dan cuenta que el negro les habla  palabras de tiniebla sopladas desde el ucu wiksa de su vientre.  Los indios quieren saber algo más sobre su mula que tiene los mismos ojos que Sangor. Son ojos blancos de otros mares con unas pupilas más negras que todas las obediencias.

Después trata de aclarar que su mula quiere ser como una pajarilla. Aunque no tiene plumas pero quiere volar en Tierra Firme. Sangor habla en castellano y oye que los que le han entendido  le han atormentado con sus burlas. Entonces ensaya  con otra lengua. Habla en portugués recordando que es bueno responder, como le exigían   quienes fueron sus primeros  esclavizadores.

Los indios de Quisapincha, según dicen, tiene dos lenguas: la pantsalea de sus nativos y el runa shimi que está en boca de caciques que han llegado del Tahuantinsuyo. Hablan con el negro y se dan cuenta que ninguna de sus dos voces  les sirve para entender lo que se preguntan con los ojos.

Sangor recuerda que su vida cambió en el Caribe cuando le reveló a su comprador que sabía portugués y algo de números. Sangor no se olvida de cierto día en que se puso a hablar solo en jolof dentro del grupo de esclavos que desembarcaron en Veracruz. Una negra le contestó en su lengua: “Me llamo Buguma de Sine”. Los blancos me dicen María.

En alguna esquina del recuerdo en Quisapincha dialogan madre e hija: doña Luisa de Xicoténcalt con su hija la princesa Luisa de Alvarado. Ellas ensayan burbujas hablando en la lengua mexica. A sus espaldas hablan también muchos indios de Guatemala que ya saben que van a demorar  unos tres meses dominando indios y conquistando venganzas ajenas. Hablan de sus dioses mayas, de sus pirámides sagradas y de los vuelos de Quetzacoatl.

El negro Sangor, desde Quisapincha se mira en el espejo del Chimborazo que lo tiene  al frente. Ahora se llama Juan Valiente. Es letrado. Está vestido como lo vendió un primo de Hernán Cortés: “y así fue como hicieron a Juan una camisa parda y un jubón liso estilo militar de color azul oscuro, que le llegaba a media pierna, cubriendo unas calzas blancas que le alcanzaban hasta unas zapatillas de cuero. Incluso le confeccionaron un cinto con su correspondiente vaina, donde en algún momento metería una daga de mediano tamaño…de momento enseñadle modos corteses de guardia – y volviéndose hacia Juan afirmó- por cierto, de ahora en adelante podrás decirme señor en vez de amo, sobre todo en público… nada de esto significa que hayas dejado de ser esclavo negro” Luego le impuso que leyera en voz alta los cuatro libros del virtuoso  Amadís de Gaula, para que dejara su acento portugués.” (En base al texto de El Osado negro Juan Valiente, del historiador español Enrique Gomáriz Moraga, que en sus 640 páginas nos revela datos historiográficos  publicados en 2016, en Madrid). (O)

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