Intolerancia, un reto a vencer como sociedad / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión



La intolerancia, aquella actitud de quien no respeta las opiniones, ideas o posturas de los demás que no coinciden con las propias; constituye un auténtico reto a vencer como sociedad.

Para ello es necesario ir en busca de sus causas, así como posibles soluciones a aplicar, para la erradicación de una realidad que tanto afecta lamentablemente no sólo al país sino al mundo entero.

Estamos ante una actitud muy perniciosa hacia una persona o grupo de personas. Asume muchas formas y en muy diferentes ámbitos, pero el más destructivo es aquella que impide a otros seres humanos actuar como individuos en todas sus dimensiones.

Una forma muy clara de intolerancia es el racismo y tal como lo señala el filósofo francés Fernando Schwarz en su artículo “El racismo, producto de la modernidad”: en todo tiempo ha existido la no aceptación por lo que se puede hablar de una constante del comportamiento humano.

Incluso esta forma de proceder llega a manifestarse en el seno familiar y no en vano, todas las morales del mundo han insistido en la tolerancia y en una mayor comprensión del otro, lo cual aísla y atomiza la sociedad.

Pero cuando, por el contrario, tenemos una sociedad cohesionada las diferencias son consideradas como una garantía de dinamismo, de originalidad y de armonía; pues hay una conciencia de las diferencias, las cuales forman parte de la existencia cotidiana.

En este contexto, las diferencias son formalmente reconocidas y aceptadas, pero si por alguna razón surge un problema con ese otro, inmediatamente se pone de manifiesto un sentimiento adormecido y que temporalmente se lo mantenía sometido, estamos hablando de la tolerancia con la cual llegamos a soportar, pero en realidad no a aceptar a los demás.

De ahí que esa incapacidad nace como efecto de la dificultad que una persona experimenta en aceptar al otro, rehusando, voluntaria o involuntariamente, a acoger una realidad distinta a la propia. Es bueno recordar que detrás de ello está nuestro mismo miedo y nuestros prejuicios.

Es cierto que cada persona es en sí un mundo diferente, pero no es menos cierto que nuestro común denominador es la Humanidad.

Además, todos respiramos el mismo aire, compartimos el mismo planeta, tenemos un mismo origen que es el origen de la humanidad. Nuestras estructuras físicas, psicológicas y espirituales son comunes, siendo esto la raíz que permite la unión en medio de las diferencias, las cuales existen para ser complementadas y no enfrentadas.

Jorge Ángel Livraga solía decir que los seres humanos sólo somos iguales en el maravilloso hecho de ser todos distintos, y que esas diferencias no deben alejarnos sino unirnos, más allá de las formas pasajeras.

De cualquier manera, hay que ser muy prudentes con respecto a la homogeneización, pues la tolerancia es un logro y para ello es necesario aprender a convivir en medio de las diferencias naturales, donde cada individuo o comunidad entregue su aporte a la experiencia humana. (O)

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