Ecuador, un paraíso para las aves más diminutas del mundo

Nacionales
La alta variedad de pájaros del país, en particular de colibríes, ha sido en los últimos años un imán para ornitólogos profesionales y aficionados que se adentran en las profundidades de los bosques tropicales para ver de cerca la danza al viento de cientos de ejemplares de quindes, el ave más pequeña del mundo.(Foto EFE)

San Miguel de los Bancos (Ecuador), (EFE).- Ecuador, uno de los países más pequeños de Suramérica y aún así de los más biodiversos del mundo, alberga casi la mitad de las 300 especies a nivel mundial de colibríes que, pese a su reducido tamaño, son gigantes en la cadena de la vida por su función de polinizadores.

Presentes en toda América, el colibrí o picaflor ha encontrado en Ecuador un hogar gracias a su prodigioso posicionamiento sobre la línea ecuatorial y a la luz que reciben sus bosques tropicales.

Así lo asevera Elisa Bonaccorso, estudiosa del centro de investigación de la Biodiversidad en la Universidad San Francisco de Quito, para quien la «cantidad de luz» en los bosques tropicales crea «cadenas alimenticias atrayentes» para este tipo de ave, que ha inspirado a poetas, cantantes y otros artistas.

Además, las desconexión entre los sectores del país por la diferencia de alturas entre la Costa, Sierra y Amazonía -puede llegar a 4.000 metros-, fomenta la «especiación» y su variedad. Solo el Distrito Metropolitano de Quito alberga 55 tipos diferentes.

«(El país tiene) la cordillera de los Andes atravesada, lo que hace que las poblaciones de colibríes de la Amazonía se separen de las del Chocó (litoral ecuatoriano). La falta de contacto entre ellos, les obliga de alguna manera a que reproduzcan nuevas especies», sentencia la experta.

La última fue descubierta en 2017 por el investigador del Instituto de Biodiversidad del Ecuador, Francisco Sornoza, en una zona montañosa del sur del país conocida como Cerro de Arcos, entre las provincias de El Oro y Loja, fronterizas con Perú.

El llamado colibrí Oreotrochilus cyanolaemus, o «estrella de garganta azul», está en peligro de extinción porque su hábitat es extremadamente pequeño.

Se calcula que hay entre 250 y 700 individuos de esta especie que se caracteriza por sus brillantes colores y una garganta azul.

Unos colores que pueden ser completamente subjetivos porque los colibríes tienen un plumaje iridiscente que «refleja tonalidades predominantemente verdes pero que, dependiendo del ángulo del observador, pueden producir destellos violetas, azulados o cobrizos», señala Juan Manuel Carrión, miembro de la Fundación Zoológica de Quito y del colectivo Aves Quito.

Ello debido a que los miles de filamentos de sus plumas tienen estructura de prisma.

Conocido en quichua como «quinde», el más pequeño de los colibríes puede medir cinco centímetros y pesar apenas 2 gramos («colibrí abeja», de Cuba), y el más grande 23 centímetros, y entre 15 y 18 gramos, a veces más, como el «picaflor gigante», que vive más al sur en América Latina.

En Ecuador, además de la «estrella de garganta azul», hay otras dos especies endémicas: el Zamarrito Pechinegro y el Zamarrito Gorjiturquesa.

Con apenas un 0,2 por ciento de la superficie terrestre y una biodiversidad de las más altas del mundo, Ecuador es hogar de 1.650 especies de aves, pero el colibrí es el más icónico de todos ellos por su «vivacidad y alegría por vivir», y porque, a juicio de este último experto, encarna «la posibilidad de vuelo absoluto», es decir pararse en el aire y hasta volar hacia atrás.

Carrión explica que la proliferación de tipos de colibríes en el país puede deberse a «un hecho evolutivo aprovechado» por estas aves: «la nula presencia de insectos polinizadores en las grandes flores de las montañas», por una cuestión de temperaturas.

De esta forma, el colibrí «aprovecha estos nichos» de alimentación.

Verlos volar es un verdadero espectáculo puesto que son las únicas aves con la capacidad de retroceder en vuelo y suspenderse en el aire, ello gracias a que pueden batir sus alas a una velocidad de entre 55 y 70 veces por segundo, dependiendo del movimiento.

Según Carrión, esto se debe a una «aerodinámica especial, sus húmeros cortos y sus articulaciones flexibles», particularidades que les asemeja a las hélices de un helicóptero.

Deja una respuesta