Deuda y catástrofe económica / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

La descomunal deuda mundial sería uno de los detonantes del apocalipsis económico, con gobiernos endeudados en más de 90 billones de dólares, esto es, en un monto equivalente al tamaño de la economía mundial, y una deuda privada que bordea los 140 billones de dólares, de tal modo que, en conjunto, las deudas casi duplican al tamaño de la economía mundial. El “doctor catástrofe”, como se le llama al famoso economista Nouriel Roubini, ha construido un escenario tan apocalíptico que compara a la época actual con aquella en la que confluyeron las mayores calamidades del siglo XX, entre 1914 y 1945, cuando estallaron dos guerras mundiales, se desmoronó la bolsa de valores y la gripe española provocó muertes. La descomunal deuda mundial dejaría a los gobiernos sin capacidad de asistir a los ciudadanos en las nacientes crisis de empleo, de cadenas de suministros interrumpidas, de bajo poder adquisitivo y de las consecuencias de los terremotos e inundaciones y de la temible conflagración mundial que está incubándose por la invasión de Rusia a Ucrania. Los padecimientos por la deuda serán más dolorosos en los países pobres, cuyos gobiernos difícilmente podrán honrar sus obligaciones internacionales.

En Estados Unidos se ha llegado al extremo de discutir si la Constitución ampara a los tenedores de bonos en el evento que el gobierno no pagara puntualmente lo adeudado por intereses y capital, debido a que el Congreso no ha autorizado, hasta ahora, la subida del techo de la deuda al presidente Biden, en un escenario inflacionario y con tasas de interés aumentadas por la Reserva federal. Otras potencias están en una situación aun más complicada, como ocurre con Japón, el Reino Unido y los países de la Unión Europea.

Ecuador no es ajeno a esos riesgos y posibles tragedias económicas. El hecho de que hayan subido las tasas de interés internacionales, ha encarecido el pago de la deuda, con lo cual es necesario destinar más recursos del presupuesto estatal para el pago de las obligaciones internacionales. El impago de las deudas, especialmente de los gobiernos, aliviaría los egresos presupuestarios, pero perjudicaría a acreedores tan sensibles como el IESS, uno de los prestamistas más importantes del gobierno. Roubini no suele equivocarse. La crisis financiera mundial del 2008 la anticipó con suficiente antelación. Sería un grave error no considerar, al menos, las grandes líneas de su argumentación sobre el apocalipsis financiero que estaría por venir.

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