Deseo de ser dioses / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Durante siglos la humanidad entera ha buscado respuestas sobre la creación, este mundo y todos sus acontecimientos. El deseo humano de comprender un orden divino del universo comenzó hace muchísimo tiempo con la mitología y sus dioses para protegerse de lo desconocido proporcionando una explicación a lo inexplicable.

¿Estamos aquí por casualidad o porque existe una fuerza divina? cuando alguien muere, ¿qué le pasará a su alma, nos encontraremos con Dios cara a cara? En muchas tradiciones espirituales hay quienes creen que el camino para conocer a Dios se dirige hacia nuestro interior; en el Cristianismo la Biblia dice “quédate en calma para que sepas que soy Dios”. Las religiones desde siempre varían en cuanto a la proximidad de Dios, sus sentimientos e interpretaciones, desde sus inicios se requería un tipo de presencia física, algo como “Luz” ya que, si Dios tiene presencia, puede experimentarse, en todos los demás aspectos Dios será invisible e inalcanzable. No faltará quien se pregunte: ¿qué podría hacernos confiar en un ser espiritual y benévolo cuando durante miles de años se ha derramado tanta sangre en nombre de la religión? Alguien en algún punto de la Tierra se preguntará: Pero si Dios existe ¿Por qué permite que haya toda clase de tragedias, pandemias y especialmente sobre los desposeídos? Algún otro creerá que las catástrofes solo profundizarán su conexión con Dios convirtiéndose en una fuerza infinita de consuelo, sin Él las miserias de este mundo se convertirían en insoportables. Otro se preguntará: ¿Pero si Dios no nos protege del peligro por qué voy a rendirle culto? Hay quienes creen que todas las religiones han añadido el miedo como un componente ideario, pero sin embargo las tragedias pueden hacer temer que Dios nos haya abandonado o Él haya sido abandonado. ¿Es que deseamos un dios que encaje en nuestras vidas?

En este sistema de vida virtual actual lleno de “sembríos” de egoísmo, odio, envidia e individualismo, cumplimos acaso con, por lo menos, “amar al prójimo como a ti mismo”, si amo al prójimo no robo, no extorsiono, no exploto sólo pensando en mis intereses, si amo al prójimo no mato. Un joven sin fe querrá que Dios esté aquí y no en un lugar lejano sentado en el cielo, se preguntará: ¿Cómo es posible que Dios sea invisible, tan venerado y que se solicite tanto que la gente se comporte bien sólo para complacer a Él? Estas incertidumbres, tal vez hoy multiplicadas, forman parte de una época complicada y llena de dudas donde somos testigos que el escepticismo va calando más hondo que la fe. ¿Dios existe? … ¿Quién lo pregunta? Cuando uno conoce a Dios, reafirma su existencia y también la de su alma, no hay miedo al futuro ni permanencia en un pasado doloroso y la vida presente tiene un verdadero significado, es inteligencia infinita. Para encontrar a Dios la tecnología no nos sirve de ayuda, de hecho, el universo entero es tan sólo un indicio de la existencia de Él. Las adicciones al poder, al dinero, la sutil estrategia de empobrecimiento globalizado no es sino necesidades que satisfacen al ego y cumplen la necesidad de un desesperado deseo de ser dioses. “Quiero saber lo que piensa Dios, lo demás son detalles” decía Albert Einstein. (O)

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