Desarrollo a costa de las quebradas / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Lo ocurrido el lunes 31 de enero en la ciudad de Quito, pone en evidencia una vez más que los desastres que llamamos naturales no son espontáneos, sino el resultado de acciones de quienes piensan que todo está a nuestro servicio, incluso la naturaleza.

Sin embargo, es cuestión de un instante para que ella nos vuelva a la realidad y darnos cuenta de que debemos aprender a respetar la armonía de sus expresiones vitales.

En fin, los hechos están dados y la tragedia de La Gasca contó con un lamentable saldo de 27 muertos, 41 heridos y 348 afectados. Hace 47 años, el 25 de febrero de 1975, ocurrió algo similar en el mismo lugar.

Cabe entonces preguntarnos ¿por qué obviamos la existencia de las quebradas.? Seguramente, alguien dirá: así lo exige el desarrollo urbano y la demanda de vivienda.

El problema es que estos términos ocultan a los verdaderos actores de lo que terminan siendo auténticas catástrofes con enormes pérdidas de vidas humanas y bienes.

El desarrollo urbano y la vivienda no son elementos etéreos sino muy concretos, que por lo demás está en manos de personas que actúan desde los sectores público y privado, que tienen la responsabilidad de velar por el bien común, pero en casos como los que hoy enlutan a la capital, simplemente no está porque detrás de ello hay intereses particulares y mucho dinero.

Se trata de un mecanismo que encadena a través de la construcción, a cada uno de dichos actores:

Partamos con aquel constructor cuyo propósito no es otro que enriquecerse a toda costa y para ello, diseña ciertos proyectos que incluyen, por ejemplo: rellenos de quebradas.

Inmediatamente estos proyectos obtienen permisos y autorizaciones emitidas por funcionarios públicos de instituciones que normalmente carecen de una verdadera planificación y cuando la hay, es ignorada o acomodada a conveniencia de los proponentes. Es más, si acaso se detecta algún tipo de riesgo para los futuros usuarios, esto se soluciona con estudios a medida.

Con la aprobación en mano, la obra se pone en marcha y con ello decenas de contratistas participan con la intención de trabajar para subsistir. El problema es que generalmente no se reflexiona sobre la calidad o riesgos del proyecto, simplemente cumplen con su parte y lo otro, se considera fuera de su incumbencia.

Construida la obra, cientos de familias van tras el “sueño” de tener vivienda propia. En esas circunstancias tampoco hay mayor conciencia del peligro que significa vivir sobre el relleno de una quebrada y si lo hubiera, es minimizado al señalar que nada pasará. Pero la realidad es que si pasa y la ciudad acaba de constatarlo una vez más.

Junto a todo ello siempre habrá voces que llegan a ser miles, advirtiendo los peligros y exigiendo respeto a la naturaleza; insistiendo en que es posible un desarrollo urbano en armonía con la naturaleza. Pero seguramente y como suele suceder, volverán a no ser escuchadas. (O)

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