Desafíos y Legados / Guillermo Tapia

Columnistas, Opinión

La cita olímpica que cada cierto tiempo convoca las miradas de el orbe, es, a no dudarlo, no sólo el espacio de competición en el que los mejores deportistas de los países dejan ver sus virtudes, habilidades y destrezas, sino también, el llamado a mirar hacia adelante sin perder de vista, el esfuerzo, la amargura, el dolor, la tragedia, la crisis. 

Es, simultáneamente época de cambio, superación, resiliencia y decisiones. Por igual, ciclo de constatación de valores, apoyos y compromisos personales, institucionales, nacionales e internacionales. 

Es todo un movimiento que gira en función de los deportes y registros olímpicos: atletas, entrenadores, escenarios, locaciones, alojamientos, entrenamientos, alimentación, cuidados de la salud y, por hoy, verificación de posibles contagios. Sinnúmero de hechos, acciones y validaciones qué hacen posible que la cita mundial enliste nuevos records, medallas de oro, plata, y bronce; testimonie ilusiones y sacuda utopías.

No debe extrañar entonces expresiones de satisfacción y descontento. Estas, son llamados de atención para mejorar. Al País y a los seguidores de “la Locomotorta del Carchi” su triunfo nos ha devuelto la alegría y la confianza de saber que cuando nos proponemos algo, lo logramos. Reconocimiento especial al “Mijín”, nuestro medallista del oro olímpico en el ciclismo de ruta. Continuaremos con atención sus participaciones internacionales, porque de seguro vendrán nuevas consecuciones y triunfos.

En otro orden de cosas, con especial interés he seguido los comentarios y expresiones relacionadas con la seguridad social y la forma de solucionar el pago de la deuda estatal al IESS. 

Los entendidos aplauden el criterio del Presidente Lasso compartido hace unos días en la cadena CNN y señalan que coincide con los planteamientos que han sido formulados tiempo atrás, porque al Estado no le resta otra cosa que atender esas obligaciones con la transferencia de acciones en los contratos de explotación y refinación de hidrocarburos y con la participación del organismo en los contratos de las actividades mineras y de telecomunicaciones, dada la realidad incuestionable del agotamiento de las finanzas públicas.

Habrá entonces de insistir y esperar el envío de proyectos urgentes de reformas legales e incluso un nuevo proyecto de Ley de Hidrocarburos para viabilizar esta inédita propuesta que incorporaría al seguro social en el desarrollo socioeconómico nacional como ya aconteciera en otros países. Urgente será asegurar el pronunciamiento mayoritario de la Asamblea Nacional, asunto éste que -vista la temática- no terminará de mantenerse entre la interrogante y la exclamación.

El pueblo ecuatoriano, el afiliado, el pensionista y los beneficiarios del accionar del seguro social merecemos certezas y no solo esperanzas. Es hora de arrimar el hombro para lograrlo. Se trata de un esfuerzo colectivo. (O)

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