Democracia sobreentendida / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

Las escenas del pasado miércoles dentro del Capitolio de los EEUU y fue de él, no dejan de ser objeto de repudio de la comunidad internacional.

Los simpatizantes radicalizados del presidente que se niega a dejar la Casa Blanca irrumpieron de forma violenta en un recito que es considerado ícono de la democracia. Nunca en Estados Unidos había ocurrido algo de esta magnitud y mucho menos para impedir la sucesión presidencial. 


A partir de estos hechos, noticieros y redes sociales traen mucho material para comentar. La cadena CNN en español publica: “Esto no es Estados Unidos: el mundo miró con horror la insurrección del Capitolio”, el País de España hace eco a la iniciativa de destituir a Trum faltando pocos días para su salida: “Los líderes demócratas piden que se active la destitución de Trump”, mientras que la BBC de Londres se pregunta ¿por qués les resultó tan fácil a los seguidores de Trump irrumpir en el Capitolio de Washintong? El asombro es generalizado. En el Ecuador, un país con amplia trayectoria en este tipo de escándalos, también hay preocupación, así lo manifiesta el gobierno nacional.

Más allá de esto, es llamativa una nota periodística de El Comercio de ayer, que empieza con un encabezado muy suspicaz: “Ahora Estados Unidos sabe lo que se siente cuando otro país dice que está preocupado por su democracia”.

Es verdad, comúnmente, el gigante país norteamericano se ha impuesto como modelo ejemplar de respeto a la democracia. Es más, el acatamiento absoluto al orden constitucional de los estadounidenses les ha convertido en jueces de otros estados, llegando a sancionar a las naciones democráticamente débiles e interviniendo de forma militar dentro de los países con regímenes dictatoriales.

El respeto a las Instituciones es un valor que ha defendido históricamente la democracia estadounidense y resulta incomprensible que los seguidores de Donald Trump lograran entrar al Capitolio para interrumpir la certificación de la elección de Joe Biden, cuando en otros contextos, la policía reprime a los sospechos de un robo con exagerada violencia.

Los hechos del miércoles 6 de enero sientan un precedente y dejan claro que la democracia no puede ser sobreentendida por ningún país, ni siquiera por la nación que dice ser la más poderosa del mundo. (O)

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