Degradación total / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

En arca abierta hasta el justo peca, dicen. Nada más cierto si intentamos diagnosticar las causales de degradación máxima a las que ha llegado la conducta y la moral en el Ecuador. Producto de aquello, ahora vemos cosas increíbles (literalmente de no creer) dignas solamente de una imaginación a la que le sobra salvajismo y brutalidad, pero que carece de ética y sentido común. Veamos…

Una asambleísta electa y en funciones, en un acto público, en tarima, con micrófono en mano, a voz en cuello y sin el menor resquemor llama a sus colegas a robar, pero a robar bien para que no los descubran; a cambio, ellos, sus colegas, se hacen de la vista gorda y deciden no plantearle ningún tipo de sanción.

Los privados de libertad miembros de pandillas y bandas narco-delictivas viven 24/7 apoderados total y completamente de los centros carcelarios del país, apertrechados con pistolas, cuchillos fusiles, ametralladoras, bazucas, granadas y drogas, enfrentados continuamente entre ellos con más de un centenar de muertos en lo que va del año, evidenciando el abandono absoluto de todo tipo de autoridad.

Autoridades de control en prisión, otras destituidas que se niegan a dejar su cargo, funcionarios con grillete, candidatos que participan en elecciones con graves procesos judiciales en su contra, políticos investigados que tuercen la ley, y sentenciados prófugos de la justicia dando lecciones de ética.

Nunca antes nadie había imaginado siquiera estos escenarios que, hay que decirlo, no surgen por generación espontánea, hubo detrás un largo proceso orquestado por los sectores políticos al más alto nivel durante los últimos catorce años. Porque es a partir del 15 de enero del 2007, fecha en la que una banda delictiva disfrazada de partido político se hizo cargo del país, que se abrió el arca de par en par y desde entonces la degradación ha sido total.

Es la realidad. En el Ecuador de hoy ya no solo se roba, sino que la persona que debería legislar para condenarlo alienta públicamente a hacerlo; ya no solo se trafica y mata, sino que es el mismo traficante – asesino quien da ordenes en la cárcel e impone las reglas; ya no se controlan las cuentas fiscales, porque es el mismo contralor quien las encubre. Pero, hay una degradación mayor: el adoctrinamiento que enceguece el sentido común y hace ver como víctimas a los líderes de las organizaciones criminales. Y es este el verdadero germen de la degradación, del que paren y maman el resto. (O)

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