De tiempo en tiempo / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Los equilibrios, como los diálogos y los encuentros, se entiende que son formas expeditas para facilitar el bienestar y, de a poco, recuperar no solo la memoria sino la actitud en las personas y su compromiso para apoyar acciones positivas y propuestas válidas, direccionadas a garantizar el desarrollo y el respeto de los pueblos, sus costumbres y sus anhelos.

De hecho, los desbordes, como las inundaciones y los excesos, no son hechos permanentes sino apenas casuales y causales; y por esa razón es menester -con cabeza fría- de todos los lados, revisar posiciones y enmendar, si el caso así amerita, o bien, demostrar, ratificar y reforzar, si la situación finalmente impone a la perseverancia como el único recurso para avanzar.

En suma, diría que hay que cuidar de las convenciones, tanto como de los empeños, las letras y las tácticas.

Nuestra historia republicana tiene momentos y picos, etapas y simas. En ellos se han puesto de manifiesto oportunidades, pero también nimiedades y fruslerías, trivialidades y pequeñeces -a veces de alma- que no han trascendido más allá de la temporalidad y por contrario, han demandado modestia, “altura de mira”, para salir por los fueros y enderezar el rumbo. No cabe enfrascarse y perder de vista el horizonte, porque eso significaría estancarse, ofuscarse y enceguecer.

El país necesita del concurso de todos. Esa es una verdad, pero también de los oídos y de las voces de muchos, para que podamos escucharnos, aprender y emprender. Esta apertura, deviene en una condición sine qua non para alcanzar los propósitos de superación y cambio que buscamos. Y, no solo aquello. Se requiere de una decisión inquebrantable para enfrentar lo malo y sustituir por lo bueno, para advertir lo podrido y reemplazar por lo virtuoso. Y hay que hacerlo ya, so pena de aventurarse a perder -también de a poco- credibilidad y respaldo.

“Tiempo al tiempo”, se escucha por doquier, para invitar a esperar y luego tener la oportunidad de verificar. Pero no todos están en capacidad de hacer de la paciencia una virtud y frente a la desesperación que los abate y la situación de crisis que los agobia, es obvio que demanden más de una respuesta y enarbolen la inmediatez por sobre la cordura. Cierto, que hay un tiempo para la siembra y otro para la cosecha, pero debemos estar muy claros en la semilla que plantamos y en la fertilidad de la tierra que la acoge.

No podemos abandonarnos a la incertidumbre ni congraciarnos con la imposición. Una y otra, terminan siendo imponderables no negociables, si lo que en verdad nos importa es la vida, la superación y el bien común.

De tiempo en tiempo, viene bien dormir, soñar y refrescar las ideas, para empezar un nuevo amanecer. Ecuador se lo merece. (O)

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