Cuestión de sigilo / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

La cartelera pública dio a conocer de un inusual espectáculo que, por efectos del cambio climático y la necesidad de controlar los efluvios fugaces y los vahídos democráticos -derivados de un pronunciamiento no vinculante- fue adelantado de fecha.

Con indicación de hora de inicio, pero sin ninguna garantía que haga previsible suponer que, el intercambio de razones y/o golpes que se presumía, esté enmarcado entre los límites determinados por la normativa aplicable al caso; vista la prematura y expresa inobservancia de aquellas, por parte del promotor del espectáculo.

El anunciador, cumpliendo con el rito de inicio, constató asistencia y dio luz verde para que los ayudantes salgan del hemiciclo y queden en él, únicamente el separador y los contrincantes.

El primer round pasó, tan rápidamente del “tanteo de estudio” al “manoteo indiscriminado”, con alternancias de jab, crochet y uno que otro cross, que el opositor finalmente propinó (aprovechando que el separador se hacía de la vista gorda, ante el desentendimiento de los jueces) como un impacto inesperado en el plexo solar del defensor del título, luego de ensayar una finta y cambio de guardia, para apurar un conteo imprevisto que llegó hasta las goteras mismas del “número premiado de lotería”, pero que, felizmente, fue insuficiente para dar por concluido (anticipadamente) el match.

Vista la sorpresa de propios y extraños, ajustada que fuera tras bastidores, la forma y el procedimiento, sonó la campana de terminación del round.

En el tiempo de descanso, preparadores técnicos se encargarán de aleccionar a los adversarios; y los seconds, de aplicar medicinas que cicatricen urgentemente las heridas y los habiliten para el siguiente episodio del inusual encuentro programado, cuyo reinicio ha sido diferido, en función de lo que acontezca y apetezca la glotonería.

Ese es, en síntesis, un resumen ajustado de lo que vivenciamos el día nueve todos los ecuatorianos. Transportados momentáneamente al ciber espacio, gracias a la tecnología y a la viveza criolla que, no se cansa de mostrar sus mañas y dibujar sus dientes descollantes de caries y mal aliento.

Para el segundo capítulo, a despecho de la insistente opinión que libremente circula a fin de que, el defensor del título, haga uso de su facultad privativa y cierre el “clúster de la política”, de curso al desgaje del racimo y paso a una reformulación electiva de la comunidad nacional para que, considerando la reflexión de otros sectores poblacionales ubicados en diferentes latitudes de esta región, revise también posiciones y apunte al ajuste que el desarrollo, el respeto y la convivencia imponen.

Lo más probable, en esa suposición, es que el defensor no abandone la contienda y se enfrasque en oportuno intercambio de razones y acciones, acudiendo a la misma cancha inclinada y mojada a la que será llamado, en procura de que le ocurra un resbalón.

El juego democrático brinda oportunidades, y por igual restringe abusos. No caben desafíos exagerados, pensando en que nada pasará. Tampoco, celebraciones anticipadas, imaginando que ya todo está ganado.

En un escenario nada predecible, el tiro al aire o el disparo en el pie, no son la mejor opción. Los golpes de piedra en la boca, no solo que sacan los dientes, sino que remuerden la lengua y afectan la conciencia.

El silencio, invade la emoción y nubla la vista.  Nos veremos, cuando suene la campana, si Dios no dispone otra cosa, o el Cotopaxi, de pronto se anima. (O)

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