Crisis emocional / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

La pandemia que ha transitado velozmente por todos los lugares del mundo esta dejando secuelas muy graves y dolorosas para la humanidad. Ingenuamente suponíamos que era algo pasajero, que tendría su tiempo como visitante, y que luego desaparecería. Pero la realidad que hoy vivimos nos advierte que es un potencial enemigo ¡invencible! que no piensa retirarse, pese a la artillería preparada para liquidarlo, ¡nos está ganando la batalla!

Las noticias sobre este tema cada día son más alarmantes, hoy se habla de “nuevas cepas”, de amplio alcance y más letales. No es solo el virus en sí a lo que se enfrenta la gente, el miedo a contagiarse y el aislamiento prolongado, están generando otros efectos secundarios que hasta ahora permanecían a la sombra de la pandemia. Crisis de ansiedad, cuadros depresivos y hasta suicidios. Tungurahua tiene la más alta tasa de suicidios.

La población está desarrollando una crisis emocional aguda, porque se siente amenazada en su integridad. La impresión de inseguridad, los pensamientos catastróficos nos llevan a vivir en un mundo incierto, consecuentemente el nerviosismo cada vez va deteriorando nuestra salud mental y orgánica.

Estas reacciones se han vuelto tan fuertes que al parecer se escapan del control sanitario, responden a la situación inesperada que hoy estamos viviendo. La sensación de miedo se apoderado de la humanidad, no hay tranquilidad para hacer una vida normal por la presencia del enemigo que sigue las pisadas de nuevas víctimas, y que a su paso va destrozando la permanencia de miles de hogares por la pérdida de sus seres queridos; y, además, la descomposición familiar sufre alteraciones en todos los órdenes que afectan a su bienestar.

A este infortunio, se ha sumado la irresponsabilidad de ciertos ciudadanos/as, que sin duda “les apesta la vida”, se sienten “dueños del mundo”, y no tienen el mínimo respeto por la vida del círculo que les rodea, son los hilos conductores más peligrosos del virus. Les importa un comino las medidas de bioseguridad. Se constituyen en la cepa más peligrosa para la sociedad. ¿Qué hacer con estos seres despiadados…?

Para los que llevamos dentro de nuestras almas la protección humana como una reacción innata y natural de nuestro ser, nos parece inaudito el comportamiento de estas personas indolentes que por dar regocijo y placer a su cuerpo, no les importancia las graves consecuencias que causan a sus más íntimos seres queridos y, peor aún a sus semejantes. Considero que todos tenemos el mayor apego a la vida, pero se nota en estos irracionales un amor escaso por los demás hombres.

Estoy segura de que buena parte de la población escucho aquella noticia espeluznante, que un enfermero de un hospital de España en el tren que se trasportaba fue agredido salvajemente por un joven, al ser exhortado este que use la mascarilla; como consecuencia del brutal ataque el samaritano perdió uno de sus ojos. Estos son los riesgos a los que están expuestos quienes en una actitud de protección y seguridad humana trabajan a brazo partido entregando sus vidas en algunos casos por cuidar la vida de los demás. ¡Que ironía de la vida!

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