Corolario de media semana / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

La seguridad, no depende solo de la persona. Hay todo un mundo en conflicto que la rodea, un cúmulo de circunstancias que se encadenan, prioridades, pretensiones, decisiones e intereses sobre los cuales no tiene ninguna influencia ni otra capacidad de elección, que no fuere la de evitarlas.

Esa es la cruda verdad. Una población arrinconada de miedo. Estupefacta ante noticieros, cuya evidencia deja saber de los delitos que afectan a toda la sociedad: Asaltos, balaceras, ajuste de cuentas, robos, secuestros, sicariatos, femicidios, son pan del día y razón suficiente para ponerse a buen recaudo, pero también para reclamar y demandar mayor y mejor acción policial y judicial, sin que esto se convierta en una cultura de la queja.

Las causas generadoras de ese desasosiego vecinal y nacional son conocidas.

Crisis sanitaria y económica, desempleo, narcotráfico, pero sobre todo crisis de valores, ética y moral heredada, corrupción galopante que no da tregua, normativa constitucional y legal que abrió fronteras sin más requisito que la voluntad o la urgencia de llegar o escapar y que, además, protege el rostro de los victimarios.

Pero también, y entre otras, la indecorosa actuación de usuarios y servidores escudados en el ocultamiento de deberes y obligaciones, tanto como en el entrabamiento de trámites y la postergación indefinida de soluciones, para generar “facilidades”.

Hay tanto que cambiar, que corregir, que ajustar. Los tiempos son cortos y las necesidades muchas. Esa es otra realidad.

El gobierno, perseverante en mantener su palabra y fortalecer el diálogo, no obstante el respaldo popular que mantiene, ha debido sortear chantajes, amenazas e imprudencias de todo tipo. Una última, surgida debajo de la manga del legislativo, contrariando todo a su paso, ha sido respondida con ajuste a la ley y guante blanco. Los intentos por un enjuiciamiento político, son solo eso, intentos, o en el mejor de los casos alardes y desesperados anhelos de unos cuantos que, no cuajan en la mayoría.

Los cambios ministeriales efectuados dejan en evidencia la importancia y oportunidad de implementar esos ajustes. Los fusibles políticos deben ser siempre los primeros en saltar, antes de exponer innecesariamente al mandatario. Es parte connatural al ejercicio de la potestad pública.

El estado de excepción decretado, da muestras de efectividad. El control ciudadano, la movilización y el desplazamiento en el territorio nacional, la verificación de identidades y la tenencia de armas -sin avisos ni despliegues publicitarios previos- son la mejor forma para lograr el objetivo de seguridad que se ha propuesto, a fin de garantizar tranquilidad y paz a la ciudadanía.

Los medios deben acompañar los trabajos e informar -sin pelearse por obtener las primicias- porque en muchos de estos casos, esas “anticipaciones diligentes”, frustran intervenciones y difieren acciones programadas por la autoridad.

“No hace falta ser profeta para predecir las consecuencias…”. (O)

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