Cifras y procedencias de emigrantes hacia América./ Pedro Reino

Columnistas, Opinión


Sería de mucha utilidad disponer de otras investigaciones como la presente para entender muchos comportamientos geo antropológicos y lingüísticos de los pueblos hispanoamericanos. Pues en muchos casos hasta evidenciaron rivalidades, así como solidaridades. Nuestro autor (Vicente Navarro del Castillo, La Epopeya de la Raza Extremeña en Indias, 1978 ) señala  que “calcular el número de extremeños que pasaron a Indias durante el período de 1493 – 1599, que es el que historiamos en esta obra, hoy resulta imposible. De los 200.000 a 225.000 españoles que en un cálculo aproximado pasaron a Indias durante todo el siglo XVI, solo unos 42.000 de entre todas las provincias españolas se han identificado, de los que son extremeños para el referido período de 1492 -1599, unos 7.000. El identificar mayor número es hoy casi imposible, pues lo impide la pérdida de muchos  de los libros de registro de pasajeros y papeletas o licencias de embarque, a lo que podríamos agregar para los emigrantes extremeños, que muchos se registraron como vecinos de Sevilla para poder conseguir con mayor facilidad la licencia de embarque” (p. 22) Mas adelante señala sin embargo que “a pesar de ser millares, calculo que solo representan una quinta parte de los que arribaron a Indias en el siglo XVI” (p. 39)

Aunque el autor va apuntando los nombres de los pueblos de donde son originarios los emigrantes, para nosotros resulta un tanto vago el dato pormenorizado, quien sabe por sentirlo como chauvinista. Lo que sí importa es la macro procedencia de Extremadura que demuestra esa “enorme sangría humana” producida por la diáspora derivada de la postración económica.

De nuestra parte, creo que es entendible afirmar que vino gente de variada condición humana e intelectual, gente de buenas y de malas costumbres, como es de suponer. Una de las condiciones para el paso de mujeres solteras a Indias era cuidar su honestidad. Si insistían debían sacar licencia real, según cédula de 23 de marzo de 1537. “a los hombres casados se les prohíbe el paso si no cuentan con la licencia de sus esposas…aún así el permiso se les concederá por tres años y depositando una fianza de 1.000 ducados, si eran comerciantes. A las casadas con marido en Indias se les permite el paso, previa información si van acompañadas por algún miembro de familia, siquiera en cuarto grado de consanguinidad; pero se vuelve a remachar  la prohibición a las solteras por cédula de 8 de febrero (1838).  Los funcionarios destinados a Indias se les ordena que vayan acompañados de sus esposas según cédula de 18 de febrero de 1540…Para prevenir la bigamia se conmina a los que se casen en Indias  sin licencia real, con la pérdida de los bienes allí adquiridos” (p. 25)

No podemos justificar lo injustificable. Lo que hicieron los migrantes está contenido en la tramitología de pleitos que se investiga en los archivos que tenemos en nuestros entornos americanos. Además, muchas circunstancias de sus vidas habrían hecho cambiar  comportamientos. Lo dicho corre para los migrantes comunes; pero para quienes llegaron al pináculo de su gloria, este mismo autor consigna estos datos:

Una solapada rivalidad entre Pedrarias y Vasco Núñez de Balboa, descubridor y Adelantado del Mar del Sur, que este no tuvo la habilidad de soslayar, le llevaron a una miserable muerte en la picota de Acla entre el 14 y el 21de febrero de 1519. Esta misma rivalidad, pero no solapada sino a ojos vista y sostenida con las armas en la mano, entre los Pizarro y los Almagro, llevaron a la muerte violenta a Francisco Pizarro y Francisco Martín de Alcántara el 26 de junio de 1541 a 1560. La abierta rebeldía contra las ordenanzas reales llevó a la muerte en el patíbulo a Gonzalo Pizarro el 10 de abril de 1548. El mismo Hernán Cortés vio truncada su carrera política y militar, a pesar de haber sido el más hábil y mejor dotado de los conquistadores, porque no supo poner sordina a tiempo a sus ambiciones personales. Pedro de Alvarado moriría con las botas puestas en los peñoles de la Nueva Galicia el 8 de julio de 1541, porque para su ambición personal el adelantamiento de Guatemala era un escenario demasiado pequeño. El desconocimiento del campo de operaciones o la improvisación y falta de organización llevaron al fracaso y la muerte a Hernando de Soto en La Florida en 1542 y a Francisco de Orellana en el Amazonas en 1546 y a Pedro Maraver de Silva en la Nueva Extremadura en 1572. Pedro de Valdivia  encontraría la muerte  en Tucapel el 25 de diciembre de 1553, porque supervaloró sus escasas fuerzas en una empresa que para finalizarse en su fase conquistadora deberían pasar muchísimos decenios. Una culpable temeridad llevó a la muerte en Venezuela a Juan Rodríguez Suárez y a Diego García de Paredes, fundadores de Mérida y Trujillo, en 1561 y 1563 respectivamente. Finalmente una abierta rebeldía fue la causa de la infamante muerte en el patíbulo de Francisco Hernández Girón en 1554.” (p. 38). (O)

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