Carta de la madre de un médic@ / DR. Guillermo Bastidas Tello

Columnistas, Opinión

Cómo, me iba a imaginar, lo vi nacer, le di seno materno, le enseñé a dar sus primeros pasitos, le consolé en sus primeras caídas, le arreglaba con mucho amor su uniforme de la escuela y colegio en dónde obviamente fue uno de los mejores estudiantes y ya soñaba con ser médico.

Fue a estudiar en la Universidad, lejos de la comunidad que lo vio nacer, como venimos de un hogar humilde, le enviaba las compritas y arrocito cocinado con carnecita alineada para la semana; los vecinos decían que casi no dormía y se amanecía leyendo con dedicación las ciencias médicas.

Luego de tanto sacrifico y 8 años de estudio lo vi vestido de blanco y orgulloso de ser interno Rotativo, luego lo vi graduarse con honores en el Teatro Universitario como Dr. Médico Cirujano; su inquietud lo llevó a especializarse y luego regresó a trabajar en el Hospital Regional de su ciudad natal.

Por los lugares que trabajó fue demostrando una gran valentía, respeto, gallardía, gentileza, y sobre todo una solidaridad humanitaria con los más necesitados, dedicación que sobrepasaba el cumplimiento del deber.

Siempre que salía a su lugar de trabajo decía, “viva el Ecuador, a divertirme curando enfermos” y caminando erguido con su ropita de médic@, regresaba muy por la noche, cansado pero feliz de haber curado sus pacientes.

Lo vi luchar como un guerrero en las epidemias de rabia, cólera, difteria, tétanos, tuberculosis, H1N1, HIV, meningitis; mi hijit@ parecía invencible e incansable.

Para él no había domingos, días feriados, navidad, fin de año, cumpleaños ni santos, su profesión en nombre de Dios fue su legado.

Ayer me acabaron de entregar sus cenizas, no pude acompañarle en su sufrimiento, sus compañeros me contaron que estuvo conectado, ya no a sus libros ni a sus pacientes, sino conectado a un respirador en el hospital donde trabajó durante muchos años. Victima de haberse contagiado por el COVID SARS 2 en su lugar de trabajo.

Dicen que los hijos deben enterrar a sus padres, pero no soporto la idea de que yo deba, sin entierro ni despedida olvidar a mi hij@. Mi doctorcito, mi doctorita, mi héroe, se va contigo casi todo mi corazón.

Queridas madres, padres, hij@s, niet@s, ti@s, sobrin@s de médicos es tan difícil aceptar la muerte de un héroe que da la vida por otros que ni si quiera conoce, queridos familiares, entiendo que están sufriendo cada día la partida de sus doctorcitos, yo más que nadie sabe cuán fútil e inútil puede ser cualquier palabra mía que intente distraerles  de su desolación por una pérdida tan dolorosa, pero no puedo dejar como madre de un médico muerto ofrecerles el consuelo que quizá lo  encuentren en la gratitud del ecuatoriano por morir en nombre de la Patria y la Salud.

Solo nos queda rogar a Dios, que nos ayude a Tolerar aquello que no podemos cambiar y que en honor a ell@s , mantengamos el solemne orgullo de ser familiares de médicos, orgullo que debemos sentir cada paso y cada momento de nuestra vida, al recordar que los MÉDICOS Y LOS TRABAJADORES SANITARIOS SON LOS ÚNICOS SERES VIVOS CAPACES DE DAR LA VIDA POR OTROS, EN ARAS DE LA SALUD.

Deja una respuesta