Caprichos del tiempo / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

Cuando en la reunión de compañeros, el presidente de turno determina el inicio de la sesión, uno de los contertulios, profesional de dos o tres disciplinas, expone una ponencia sorprendente: “Algo hay que hacer para que el tiempo cambie su ritmo a un paso más lento. Si los científicos pueden producir un cereal con diez veces más hierro que el trigo, ellos deberían ser capaces de hacer que el día dure una semana o la semana un mes.”

La idea maravilla a todos los presentes, despierta profundo interés. Interés al por mayor. Las inquietudes se manifiestan en varios de los sectores asistentes, hombres y mujeres. Fluyen las ideas: “En enero yo estaba relajado, alegre, porque tendría que pasar doce meses para convertirme en un año más viejo. Pero hoy estamos en octubre y solo me quedan dos meses para mi próximo cumpleaños.”
Una de las damas pregunta: “ ¿Quién sería la persona que estableció la costumbre de celebrar el cumpleaños con una fiesta? Comprendo que los niños, los adolescentes, tengan su fiesta de cumpleaños; pero no alguien como yo, por ejemplo, que ya pasé los treinta inviernos hace fechas…” Y, por este estilo, un sinnúmero de opiniones.

La persona que llega a los 85 años, él o ella tiene buenas razones para regocijarse de seguir viva. La abuelita anuncia sus 89 años en diciembre. Comparte el orgullo en el siguiente comentario sobre la edad, con el nieto que responde a la pregunta ¿cuántos años tienes?, “casi nueve.”

Nos mantenemos en este mundo moviéndonos siempre de la Seca a la Meca. Moviendo cosas de aquí para allá, de arriba abajo. Son razones para que los cumpleaños lleguen más a menudo. Estamos siempre apurando al tiempo, procurando cosas en lugar de disfrutar lo que tenemos, hoy.

Debe haber alguna condición en nuestro cerebro entre dos etapas diarias ineludibles: cuando estamos dormidos y cuando estamos despiertos. Uno puede despertar aunque no haya dormido. Podemos, de repente, tener conciencia de que no hemos prestado atención a nuestro rededor, y comenzar a notar objetos como si fuesen comprados a última hora. Hemos estado despiertos pero sin registrar nada. Nuestra mente es una pizarra en la que todavía queda algo importante por escribir.
Sea cual sea nuestra concepción del tiempo, lo real es que tenemos poco tiempo, muy poco tiempo… todos, absolutamente todos, deberíamos saborear cada minuto. (O)

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