CAOS / Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión

Un Ecuador fragmentado y dividido es la realidad que ha destapado el actual paro indígena y de sectores populares. Miles de críticas destructivas e improperios abundan de lado y lado, sin embargo, no existen propuestas viables que calmen los ánimos de la población demandante. Lastimosamente no se vislumbra un futuro prometedor, porque somos una colectividad fraccionada, donde cada quien es dueño de la verdad y vela por sus mezquinos intereses.

Ecuador vive un caos, oportunidad para ciertos personajes que quieren pescar a río revuelto, porque el desorden y la desesperación son el mejor escenario, permitiéndoles desarrollar su malévola creatividad y confabular con el objetivo de aprovecharse de la situación. No hay que sorprenderse, incluso la batalla del 24 de mayo de 1822, publicitada como la liberación del yugo español, fue estratégicamente influenciada y financiada por los nuevos imperios emergentes de la época.

Existen muchos criterios acerca de la criminalización de la protesta social, no obstante, los problemas socioeconómicos como la inequidad y la pobreza se han convertido en la consigna de la lucha popular, que por décadas los gobiernos de turno no han logrado solucionar. Desde los tiempos de la colonia y de la república, el pueblo indígena acarrea un estigma social que a hasta el presente no ha cambiado.  Esto se ha convertido en un caldo de cultivo, aprovechado por la politiquería que hábilmente se disfraza de buenas intenciones y con sus sucios tentáculos manipula a un colectivo que se justifica en su cosmovisión. Por otro lado, en un país capitalista, la huelga ha ocasionado millonarias pérdidas, lo cual no ayuda a la reactivación productiva que tanto anhela la industria y el comercio.

En la débil economía del país, es inconcebible e incongruente impedir el derecho al trabajo, si lo que más urge es generar ingresos y fortalecer las ventas. En fin, el paro nacional es un fenómeno complejo de analizar más aun sin tener los conocimientos necesarios y entender el contexto político, económico, sociológico e histórico. Aunque sea una utopía, añoro una nación unida, cohesionada y que luche por el bien común.

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