Cálculo de corrupción acomodaticia con constante de impavidez (CCACCI) / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Para explicar el significado de tan complejo y estrafalario titulo de esta columna, debo empezar contándole algunos antecedentes. Salvo honrosas excepciones, esta Asamblea Nacional no me representa. En realidad, ni esta ni todas las últimas desde hace quince años. Decir que han sido un desastre total es poco, fueron un insulto para el ciudadano honesto y decente. Y claro, tampoco es la solución reducir la cantidad de representantes y dividirla en dos cámaras como se especula hacerlo, pero al menos en tal caso el despilfarro y la cantidad de vergüenza ajena que hoy nos provocan más de 130 asambleístas (no incluyo los siete restantes porque de pronto son las honrosas excepciones) se verían aminorados.

Con lo dicho, supongo que ya podrá intuir por dónde va lo del extravagante titular (CCACCI), de todas formas, permítame seguir explicándoselo. Cada semana aparece un nuevo escándalo con algún asambleísta o funcionario envuelto en sombríos entuertos. En el juicio político al exdefensor del pueblo Freddy Carrión, los 47 asambleístas correístas (para variar, abanderados en trafasías) y otros 14 de Pachakutik, pretendieron tapar la corrupción de aquel -su funcionario camarada- votando en contra de su destitución y absteniéndose respectivamente a pesar de las innegables y contundentes evidencias de violación al estado de excepción, y aunque no lo consiguieron lo que cuenta es la intención de obstruir la verdad y la decencia.

Creo que a estas alturas ya se habrá desenrollado un poco la madeja de confusión provocada por el caprichoso CCACCI, y si no es así, por favor continúe leyendo. Si bien no es novedad (lo de obstruir la verdad y la decencia me refiero) sí lo es que no se inmuten al alentar grosera y abiertamente la corrupción o al defenderla. Eso sí es nuevo. Es decir, siempre hubo corrupción, pero encubierta, solapada, el legislador o funcionario corrupto tenía algo de vergüenza y procuraba esconder su falta, sin embrago desde enero del 2007 eso cambió, ahora los correístas pregonan la CORRUPCIÓN con todas las letras, la han normalizado al punto de gritarla a los cuatro vientos sin vergüenza alguna, y con esas mismas ínfulas de pecho henchido, ceño fruncido y palidez en el rostro le desafían al mundo a demostrar que eso que hacen no es corrupción. O sea, aparte de corruptos, osados y audaces.

Ese es el Cálculo de Corrupción Acomodaticia Con Constante de Impavidez (CCACCI) que instituyeron los correístas y que ahora es práctica generalizada por muchísimos políticos. Esta sucia argucia calcula, mide y evalúa cómo un acto de corrupción puede ser acomodado a sus propios y personalísimos intereses sin que en ningún momento el rostro del corrupto exprese remordimiento, culpa o compunción. (O)

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