Bill / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión


La vida de Bill Gates siempre ha sido un enigma. Niño prodigio de los negocios y la computación que, viniendo de una familia muy acomodada, siempre apuntó a más y cuestionó la educación tradicional que recibió. Hoy, convertido en el filántropo más articulado, poderoso y rico del mundo a través de la fundación que colidera junto a su esposa, Melinda. 

Ya en su interesante libro “Outliers” Malcom Gladwell retrató el ímpetu de trabajo y la persistencia que lo llevó tan joven a tocar el éxito. Las 10.000 horas de trabajo consciente que Gladwell argumenta que construyen la maestría del genio y que Gates las completó antes de los 22 años. Hoy, un nuevo documental en Netflix complementa aún más su interesante perfil y entre vueltas a su historia inicial y familiar nos enseña su aporte a la sanidad mundial con el diseño y comercialización de los nuevos excusados y a la salud en la cura al polio. 

Dos detalles, sin embargo, me llamaron la atención en su rutina. El primero, su hábito extenuante de lectura. No deja de leer nunca y lee un promedio de 150 hojas por hora y casi 14 libros por semana con una capacidad de retención del 90%. Para conocer a fondo sobre un tema lee todo lo que puede y además busca un experto que le instruya -no en vano es gran amigo de Warren Buffet. 

El segundo, sus semanas de pensamiento y reflexión. Lo hacía cuando dirigía Microsoft y lo sigue haciendo ahora. Se toma una semana completa varias veces al año para leer, pensar, reflexionar, y crear en soledad y fuera de su casa. No lo acompaña ni su esposa.  (O)

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