BAJAR DE LA CUERDA Y CAMINAR EN EL ABISMO / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

Robar, abusar y aprovecharse de la cosa pública se ha vuelto tan normal que al ver a un honesto haciendo bien las cosas, exponiéndose y denunciando los atracos, nos parece propio de un arrogante al que le inventamos un montón de barbaridades infundadas que nos las creemos, señalándolo además no como excepción sino como parte del viciado sistema que también busca engañarnos.

Esta triste realidad la enfrentamos a diario los ecuatorianos sin que podamos hacer mayor cosa para enmendarla porque estas caracterizaciones tienen mucho que ver con dos elementos esenciales de la psico-filosofía: la razón y la pasión. Por un lado, esos políticos corruptos han caído en la tentación del dinero fácil (pasión) aunque saben que lo que hacen para conseguirlo no es correcto (razón); y de la misma forma, el pueblo sabe perfectamente que aquellos que los roban lo hacen (razón) ya sea porque reciben su apoyo incondicional, porque se los permiten al desconfiar de todo y de todos como lo señalamos al principio o simplemente porque les dan vía libre con su indiferencia (pasión).

Esta dualidad irreconciliable entre la razón y la pasión es humana y por tanto ineludible. Al respecto, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo: “El hombre pende sobre una cuerda entre el animal y el superhombre (divinidad), cuerda templada sobre el abismo”. Esta constante disyuntiva entre razón y pasión, entre animal y dios nos ofusca y no nos permite proyectar nuevas perspectivas. Creemos que hacemos bien al mantenernos en equilibrio en la cuerda y que lo natural es eso para evitar caer al abismo, pero la verdad es que tarde o temprano deberemos soltarla y descubrir nuestra verdadera esencia.

Es como aquel cuento en el que el pequeño hijo le pide jugar a su padre, pero este está tan ocupado que le encarga armar un rompecabezas con la portada de una revista que encontró tirada y que llevaba impreso un grande y detallado mapamundi que él mismo lo recortó en muchos pedazos y le pidió que se lo enseñase cuando lo haya terminado. El chico en menos de diez minutos se lo entregó completamente armado. El padre intrigado le preguntó cómo lo hizo tan rápido a lo que el muchacho respondió que se guió en la foto de una persona que estaba en la parte de atrás de la página. La enseñanza es que si queremos armar al mundo, antes debemos armar al hombre.

De acuerdo con Nietzsche, el hombre se arma en el abismo, es allí donde descubrimos nuestra verdadera naturaleza humana alejada de pasiones y raciocinios. Allí, las percepciones ya no son tal, sino el fiel reflejo de la realidad.

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