Atún a 4.50: capitalismo popular 101 / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

Poco entienden y entenderán los planificadores de escritorio sobre el capitalismo popular y la generación de riqueza desde lo más básico como un pescado en el mercado. Fácil es desde una oficina en la ciudad de Quito y con dos maestrías en desarrollo económico planificar y decidir lo que debería ser. Difícil, entender cómo en realidad es.

Soy de los que disfruta ir al mercado de pescados y mariscos en Atacames cuando voy a la playa. Pesca fresca y con los animales, en algunos casos, todavía moviéndose en los puestos de baldosa al son del agua que le procuran sus captores. Nada se compara con comer lo que recién salió del mar, especialmente el atún rojo de gran calidad.

Converso con los vendedores sobre sus productos, no solo por el interés en lo que hacen sino para que no me confundan con algún extranjero más y la tarifa suba. Me ha pasado, y eso que ni tan rubio ya soy. Aunque baste abrir bien los ojos por la calle para toparse con los primos de Messi y de Neymar encrestados de amarillo extremo por doquier.  

Y lo que aprendí sobre el pescado en ese mercado fue muy curioso. Pasa por cuatro manos el producto antes de ser vendido. Está el pescador, el primer inversionista, el intermediario y el vendedor de plaza. El primero sale a pescar si el segundo le paga el diésel del trayecto. Y el inversionista del combustible se juega con esa inversión. Si no hay pesca, pierde.

Si el pescado se consigue, por el contrario, él tendrá la prioridad de compra al mejor precio para luego poder revenderlo al siguiente en línea: el siempre temido intermediario. En este caso, sin embargo, y a diferencia del comercio de otros productos, el intermediario cumple su función económica y traslada la información de la oferta y la demanda, que nunca es estable. Es un especialista y para su trabajo es fundamental la información que recaba de restaurantes, alicaídos hoteles y más comerciantes. Así llega finalmente al vendedor del mercado y ya luego al consumidor final.

En esta cadena, a diferencia de otros productos, el que sigue quedándose con la mayor utilidad es el pescador pero los cuatro se necesitan tanto que todos son imprescindibles. El comercio “justo, popular y solidario” que tanto cacarean los palurdos de la planificación no se logra ni fijando precios ni eliminando intermediarios. Se logra respetando su realidad y fomentando, por el contrario, más turismo y más consumo.

Así, querido lector, la libra de atún rojo en el mercado de Atacames termina con un gran precio al público de 4.50 por libra dejando utilidad en su camino a cuatro actores especiales y a sus familias. Y usted, con nada más que sal, mantequilla y un poco de limón, con un pescado espectacular que le costaría cuatro veces más en un restaurante de la capital. (O)

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