Aquello de la trascendencia con Juan L. Mera / Pedro Reino

Columnistas, Opinión

 

 

Pensando en el actual destinatario, hay muchas “utilidades” proyectadas de aquellas acciones tenidas como trascendencias.  En la vorágine de la inmediatez que vive el mundo moderno, la trascendencia está desacreditada por la globalización. La trascendencia se ha vuelto obsoleta, porque la masa ha superado y ha entendido que para nada ha servido la egolatría. Los que se fabrican trascendencias saben que esto les sirve para mantener índices de popularidad y para autoesculpirse, muchas veces, en la ridiculez y la fanfarronería. La miopía puede hacerles creer en la trascendencia, pero solo es su etiqueta ”comercial”; y no les importa al darse cuenta  que se la puede despegar del envase, con fastidio.

 

El contenido que se consume, tiene fecha de caducidad, como lo tienen las trascendencias de su ejercicio de poder, que es un  márketing que se equiparan entre  lo comercial hasta con lo político. Pero el caso es que los que aspiran a trascendentes necesitan de creyentes. Los nuevos dioses y minidiositos necesitan de adeptos y gregarios. Recuérdese que estamos viviendo en una sociedad desechable. Los creadores y los ideólogos de la posmodernidad  saben que somos seres descartables, sometidos a la finitud del objetivo de vida que es la inmediatez. Hay dos dioses que se persiguen con pasión: Poder y Economía. También cacareada en política todo pasa a ser mera pertenencia de consumo. ¿Qué otros desafíos asume entonces  la reconceptualización de la trascendencia?

 

Según el pensamiento de Kant, para poder trascender se necesita de una “transformación espiritual”, la que se debe entender alejada del sentido religioso. ¿Por qué ha trascendido y sigue trascendiendo don Juan León Mera? ¿Quién se ha ocupado de su labor como secretario del Senado ecuatoriano? ¿Qué fue de su paso por la gobernación de Tungurahua? ¿Qué decir de la apertura de acequias para regar sus propiedades? ¿Valieron para su trascendencia la búsqueda de bosques y recursos mineros en sus propiedades por el río Topo y el Mapoto (actual Río Negro) en la puerta de la amazonía? Si hemos venido en búsqueda de su cumpleaños ilímite, estamos obligados a rememorarlo en esa “transformación” de su espíritu, en lo que la gente desprecia en el mercado   porque no se valora la labor del espíritu y el arte. Todo se nos obstaculiza para que podamos contribuir al mundo con nuestro deseo de redimensionar la existencia mediante el arte. Esta es  la paradoja de la vida en función de las cosas del espíritu. Quitando  presupuestos no se trasciende, negando publicaciones y poniendo trancas al espíritu libre, solo se mide la mediocridad cacareada a gritazos por sus adulones .

 

Mera revive en sus cuadros pintados con la pasión de su perspectiva. Mera trasciende porque canta a la patria sin ser ya Secretario del Senado. Mera se diluye en nuestra sangre cada vez que releemos su Cumandá sin siquiera saber que en sus años mozos dejó sus huellas en los lodazales de la selva que le impactaron y de los que se apropió más en su novela que legalizando escrituras. Se trasciende intelectualmente a pesar de  ese desatinado ejercicio de la explotación de la tierra y de su gente. “Quizá algún día tocará en nuestra patria la trompeta del juicio literario” (Mera), es una verdad que también ahora lo está repitiendo entre estas paredes. Solo los sueños trascienden. Lo caducable y los caducables no son ni serán  trascendentes. Y en el final de todo, también la trascendencia es humo, solo humo. (O)

 

 

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