Algo más sobre la nueva edad media / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión



Días atrás habíamos hablado en este mismo espacio de que el mundo occidental se está precipitando hacia una nueva Edad Media, pues las circunstancias por las que atravesamos en la actualidad dan muestras claras de ello tal como se las vivió en otros momentos de la historia de la humanidad.

Estas “etapas intermedias” en general se presentan en una sociedad como consecuencia de la pérdida de valores y principios que la sostuvieron quizás por largo tiempo, pero llegado el momento simplemente dejan de funcionar pues ya no están vigentes.

Este proceso de decadencia es gradual y se va acentuando con el paso de los años, por lo que toda Edad Media tiende a extenderse por largo tiempo y no culminan sino después de varios siglos.

Es interesante constatar la existencia de algunos rasgos comunes en la mayoría de estos períodos. Uno de los más evidentes es la fuerte presencia de una amenaza a la salud pública, pues en estos casos generalmente se registraron brotes de enfermedades contagiosas que en forma de pandemias o pestes diezmaron en gran medida a las poblaciones.

Otro rasgo característico de las épocas medievales es el sentimiento de inseguridad generalizado, que llega a instalarse en las diferentes esferas de la sociedad. El futuro es cada vez más incierto y la vida humana, la integridad de la persona se ve amenazada aún en las circunstancias más cotidianas, pues el peligro acecha por doquier.

A ello se podría agrega los altos niveles de pobreza que, junto al problema de la marginalidad afectan a importantes sectores de la población, generando conflictos sociales cuyas reacciones alcanzan niveles ciertamente trágicos.

Las crisis económicas han sido siempre uno de los signos que más han marcado a este tipo de etapas históricas, provocadas por la ausencia permanente de la ética en el proceder de la gente y sus gobiernos, generando excesos y vicios como la corrupción, la ambición, la codicia y la inmoralidad.

De ahí que lo que se llega a vivir en estas circunstancias, no es sino el resultado de una crisis de carácter moral que, olvidando el sentido de lo humano, llegan a comercializarlo todo al punto que muchos viven convencidos que cualquier persona ha de tener su precio.

Con ello se ha perdido también la dignidad humana, dentro de una sociedad que nos ha transformado en tan sólo piezas de una descomunal máquina de producción.

En las edades medias los extremismos son pan de cada día, pues una fuerte tendencia a querer uniformar todo genera intolerancia hacia los demás, principalmente en asuntos de carácter religioso, político y racial. Donde aquello que no se enmarca en lo delimitado, simplemente es rechazado con violencia extrema.

Esa intolerancia nace de la incapacidad de aceptar al otro con sus diferencias, olvidando que no somos iguales, pero si somos todos dignamente humanos y que además formamos parte de la naturaleza, como dice Jorge A. Livraga “ni sus dueños, ni sus esclavos”. (O)

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