AL FINAL DE UN AÑO / Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Todo lo que existe tiene un principio y un fin. Estamos cerrando un año y con ello un ciclo que durante sus doce meses nos trajo cosas buenas y otras no tanto, en cualquier caso, experiencias de vida que habremos de atesorar.

Cada vez que termina un año, de alguna manera tomamos conciencia de que existe un ritmo de vida en nosotros y en todo lo que nos rodea, lo cual nos recuerda aquello que enseñan antiguas tradiciones de la humanidad: el universo es un ser vivo y todo es de él y participa de la existencia.

Esa conciencia de vida evita que nos mecanicemos en nuestro actuar cotidiano que, si bien los años y los días tienen una misma duración, los hechos y las circunstancias son cambiantes y tienen distinta significación para uno.

El tiempo no es lineal, las experiencias de la vida son espiraladas. El futuro es un movimiento circular donde lo que muere permite a su vez el nacimiento de otra realidad.  La intensidad con la que vivimos cada momento marca la diferencia y esto es precisamente lo que conforma los recuerdos en nuestra memoria.

Como lo señala la filósofa Delia Steinberg, es indispensable reestablecer los hitos, aquellas paradas en el camino que nos permitan detenernos y recapacitar. Todo fin de etapa implica un recuento, un revisar nuestros actos y logros; aprender de los fracasos y enorgullecernos de los triunfos.

Cada comienzo a su vez es una oportunidad para proponernos nuevos retos, de comprometernos con causas nobles y buscar mejoras respecto al período anterior.

Al final de un año conviene darnos un momento para revisar qué es lo que logramos y en qué fracasamos, un repaso de lo ocurrido en estos 12 meses nos dará la claridad suficiente para continuar trabajando con mayor ahínco, impulsando lo que supimos hacer bien y evitando caer una vez más en los errores cometidos.

De manera similar a hacer un informe cualquiera, hoy nos corresponde examinar qué ocurrió en nuestras vidas durante este 2022. ¿Cuáles fueron nuestros mejores logros?, ¿cuáles las cosas que mantuvimos y también de qué nos despedimos?, pues sólo así entenderemos por qué llegamos al punto en el que nos encontramos hoy.

Sea como fuese, siempre hay algo agradable al término de un ciclo y es ese sabor a noche de descanso tras el día de trabajo, esa sensación del deber cumplido para luego reencontrarse con un nuevo día, un nuevo año.

Hay que recordar que esa diferencia la hace cada uno como protagonista de su propia realidad, pues todo lo que ocurre depende de uno mismo sin intermediarios, pues el darles cabida sólo conseguirá trabar nuestra realización individual. Es momento de recoger lo válido y desechar lo innecesario, pulir nuestras herramientas, ordenar los espacios, observar en silencio la naturaleza y estar dispuestos a vivir intensamente nuevos momentos, que podrían ser no sólo nuevos sino mejores, ya que esto es algo que depende exclusivamente de uno mismo.

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