Ahogarse en un vaso de agua / Guillermo Tapia

Columnistas, Opinión

“La naturaleza se vuelve paisaje cuando el pintor la enmarca” escuché decir hace poco y me puse a reflexionar sobre el alcance y la profundidad de la cita, intentando un paralelismo con el momento político-electoral que vivimos en el país, tanto como, pensando en la movilidad temática, el pantallazo de las opiniones y los respaldos a las decisiones que se asumen en un ambiente, más cercano a la caducidad que a la inauguración.

El revuelo noticioso del día siguiente al juicio político de la ex – ministra desencadenó una suerte de cascada de opiniones, artículos, visiones, entrevistas, chats, mensajes, etcétera, etcétera, en periódicos, televisoras, radioemisoras y redes sociales que, desbordaron en epítetos, señalamientos, lamentaciones, comparaciones, exigencias de explicación y hasta genuflexiones y designaciones futuras e inciertas.

En su desesperación, no han faltado los que reniegan de las alianzas, como tampoco los otros, los que justifican su presencia en solitario porque es más redituable ser cabeza de ratón. Pero también se banderean aquellos que sutilmente han asumido una defensa tardía sin que nadie les hubiese solicitado e intentan posicionar su tesis a toda costa. Estos, montados en cólera, dolidos en carne ajena, descalifican, señalan y arremeten contra todo y contra todos. Imaginan que son los adalides de la verdad. 

Lo cierto es qué en esta instancia, en este momento de inflexión, no caben los puritanismos ni la auto adjudicación de triunfalismos. Se requiere mirada objetiva y acciones concretas.

Lo palmario es que, el juicio político, vale decir: el proceso constitucional para hacer efectivo el principio de responsabilidad de los servidores públicos que por expreso mandato de la Carta Fundamental acceden a él, no es sino una de las instituciones de un Estado de Derecho en el que, esa responsabilidad y el control de los gobernantes y de los órganos de poder público, se cumple a través de la facultad fiscalizadora de la Función Legislativa.

Y esa tarea, nos guste o no, debe y tiene que cumplirse en algún momento. 

De ahí que, no veo razón alguna para que la población en general deba inmolarse o descomponerse, claro está, exceptuando aquellos suicidas, que eligen “ahogarse en un vaso de agua” bajo el supuesto de sentirse parte de una afectación ‘deliberada e inexistente’ en contra del país, la condición humana, la razón, la sin razón, la falta de mesura, la inconveniencia política, lo inoportuno de la fecha, el no haberles consultado o, finalmente, la realización de las próximas elecciones. 

Y es que -a diferencia de lo que la mayoría pueda sentir o pensar- el abanico de justificaciones de quienes se aposentan alrededor del árbol de navidad plagado de ofertas vanas, crece con la imaginación y la añoranza.

De hecho, la dualidad demuestra que, en la misma forma en que los representantes elegidos para integrar la Asamblea Nacional ejecutan una actividad para obtener razonamientos o llegar a conclusiones a partir de la comparación de dos o más ideas, conceptos, acciones, decisiones u omisiones con relación a una persona o a una circunstancia en particular, en un tiempo y lugar determinados; y, con sujeción a valores específicos a considerar, se les faculta emitir una resolución; todos los demás, vale decir, todos nosotros -incluidos los suicidas- haciendo uso de nuestro libre albedrío y ejercicio a pensar y razonar, terminamos construyendo una opinión por igual. 

Y esa opinión, ese pronunciamiento, esa conclusión distinta, esa verdad fragmentada, emitida por quienes tienen la obligación de hacerlo o por cualquier otra persona, en el marco del respeto y la consideración, y por el hecho de encontrarnos inmersos en un Estado de Derecho, es legítima, aunque no necesariamente sea compartida.

Con toda seguridad, el momento en que tuvo lugar el debate político que concluyó en censura, quizás no fue el mejor, o no aconteció con la urgencia que debía, pero eso, al igual que otras investigaciones y sanciones pendientes en la Justicia, escapan de la voluntad de los que legislan y de los que se mantienen en la expectativa. Unos y otros, finalmente, somos parte del escenario nacional que se enmarcará para hacernos notar los claro-oscuros del paisaje gubernamental más cercano al ocaso y el de la aurora que se avecina.

Los ajustes normativos introducidos últimamente a la Ley de la Legislatura, esperamos, impedirán a futuro el manejo indiscriminado y la manipulación de temas políticos y sensibles. 

Lo acontecido, es parte de ese empeño colectivo por terminar con una época de asedio, improperio y abuso, aunque no por ello, justificación de un procedimiento qué, capturando la atención ciudadana, ha parcelado su opinión.

Felizmente siempre habrá un mañana y ese horizonte, es un abrigo a la incertidumbre.  (O)

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