Del baile al exilio

Columnistas, Opinión

El dictador Maduro se ha convertido en un hábil bailarín de tarima desde que las fuerzas navales estadounidenses llegaron a las aguas del Caribe para desalojarlo del Palacio de Miraflores en Caracas. Cuando Trump anuncia que lo van a echar del poder, Maduro baila y salta. Después de hablar telefónicamente con el presidente de Estados Unidos y escuchar el ultimátum, baila y salta con más energía. Cuando los barcos de guerra norteamericanos destruyan lanchas con droga, sigue bailando y saltando. No para de bailar y de saltar como lo haría un primate ante diversos estímulos. 

No baila ni salta cuando la inflación bordea el 270% y a los venezolanos no les alcanzan los bolívares devaluados para las compras de navidad.  Desaparece con él esa falsa alegría cuando le informan que la inflación, el 2026, terminará en 680%. Ante la tragedia económica de sus compatriotas, guarda la compostura, en silencio y reposo, plenamente consciente de haber destruido la economía. 

La mayoría de ciudadanos desean que se vaya del poder, sin importar si lo expulsan los estadounidenses o si escoge  voluntariamente el exilio. Ni a él ni a su camarilla les soportan en el país. Más de ocho millones de personas han abandonado Venezuela sacudidos por la pobreza y la falta de un horizonte. Es uno de los más grandes éxodos de ciudadanos en la historia de América. 

Lo preocupante es que las amenazas de sacarlo del poder no han pasado de ello, mientras el dictador sigue bailando y saltando. A veces se duda que, en la práctica, vaya a ser depuesto. Podría terminar acorralado y sometido, y conservar su asiento en el palacio presidencial. Sería una amarga decepción si ello llegara a suceder.

Ha hecho bien el gobierno ecuatoriano en respaldar el cambio de mando en Venezuela propiciado por Estados Unidos y sumarse al reconocimiento del Nobel para Corina Machado, la mayor contradictora de Maduro. (O)

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