Ayuda se queda en el mar

El ejército de Israel, según anunció la víspera, interceptó decenas de embarcaciones con ayuda humanitaria dirigida a Gaza. La denominada flotilla, bajo el nombre Global Sumud (sumud significa resistencia en árabe), zarpó de Barcelona a principios de septiembre con cientos de activistas de más de 40 naciones, incluyendo varias latinoamericanas.
El mar Mediterráneo es testigo de un hecho sin precedentes: naves varadas con ayuda a bordo, que transportan médicos, activistas y defensores de derechos humanos, todos unidos en una misión que parece sencilla, pero es profundamente arriesgada: llevar alimentos, medicinas y esperanza a una población que se muere de hambre.
No es una caravana menor ni un gesto simbólico. Se trata de un grito contra el sufrimiento y la indiferencia. Cada navío no sólo transporta comida, sino una denuncia: en pleno siglo XXI, la gente muere de hambre, de bombardeos y de falta de medicinas, mientras el mundo debate cifras y geopolítica.
El gobierno israelí advierte de forma enfática que impedirá su ingreso. Las naves, sin embargo, insisten. Hay un pulso desigual. Frente al poder de uno de los ejércitos más sofisticados del planeta, una flota que apenas cuenta con el coraje de sus tripulantes y el apoyo militar de contados países. Pero, su fuerza no está en cañones ni en tecnología, sino en una convicción: ningún bloqueo puede justificar la condena a muerte de un pueblo entero.
La imagen es potente. Barcos frente a un muro invisible que asfixia a más de dos millones de personas. Cada uno refleja el fracaso de la comunidad internacional en detener una tragedia que excede desde hace tiempos los límites del derecho humanitario. Detrás de esta iniciativa hay una lección. El dolor ajeno no puede volverse una imagen que se consume de lejos. El mundo entero debería levantar la voz ante un drama que, aunque ocurra lejos, es parte de nuestra historia.
Es momento de cuestionarnos qué clase de civilización somos, cuando embarcaciones cargadas de vida se convierten en un problema de seguridad que impide su llegada a puerto. La Global Sumud es un recordatorio incómodo. Mientras algunos ven enemigos, otros llevan comida, medicinas y compasión. Y esa diferencia marcará siempre la frontera entre quienes buscan la paz y los que quieren perpetuar la barbarie. (O)