¡DEBEMOS CAMBIAR! PERO ¿HACIA DÓNDE? / Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

En el momento en que se escriben estas líneas, el clima de las manifestaciones en el país se ve enrarecido por las declaraciones tanto del gobierno como de la dirigencia indígena, cuyas posiciones muestran cada vez un mayor distanciamiento a un posible diálogo y, sin un objetivo común, la respuesta podría ser la violencia.

Lo que pueda ocurrir en los próximos días es bastante incierto y sus señales no son para nada alentadoras, generando en el país un gran desconcierto.

La sociedad ecuatoriana tiene problemas de forma y de fondo, lo cual nos ha llevado a pensar que las cosas necesitan de un cambio continuo. Lamentablemente en medio de esa desesperación hemos perdido la posibilidad de preguntarnos para qué y hacia dónde.

El filósofo Jorge A. Livraga en su artículo titulado “El síndrome de la revolución permanente”, desarrolla una serie de ideas alrededor de estos asuntos, por lo que consideramos pertinente traerlo a colación.

El autor habla de que hoy se nos dice que todo debe cambiar y cambiar, y que ese cambio es la finalidad del ser humano. Sin embargo, debemos recordar que todo cambio demanda tiempo, requiere de un proceso, es algo paulatino, necesita ser trabajado de manera continua y en una misma dirección, pues si cambiamos algo sin más, no quedará base alguna.

Por ello nos señala que: “El problema que aqueja a la sociedad actual es que tratamos de participar, pero lo hacemos de una manera puntual, sin poder detenernos a meditar. Se nos ha convertido en multitud, en una especie de gran grupo que se mueve en conjunto para uno y otro lado, pero que no logra una individualidad consciente, ni tampoco una relación armónica con los demás hombres y mujeres. Todo aquello que hoy no cambia, se considera caduco, ‘retro’, algo avejentado e incapacitado para el futuro.”

Hoy en día “todo corre de prisa, hay que hacerlo rápidamente todo y todas las cosas deben moverse. A veces, incluso, si nos detenemos a contemplar un paisaje o a conversar con algún amigo, nos parece que nos estamos muriendo de alguna forma… Hemos perdido la fuerza moral para poder detenernos en ciertos momentos, para poder ubicarnos cómodamente y mantener con firmeza nuestras creencias.”

“Nos sentimos como arrastrados por un conjunto de fuerzas, y antes que analizarlas, que tratar de comprenderlas, que participar de esa vida activamente, preferimos tomarnos la vida un poco en broma, olvidar, escapar cuando podemos de nuestro trabajo y nuestras responsabilidades, vestirnos de manera diferente y, en general, cambiar.”

“Se nos ha inculcado el terror a estar en un mismo lugar, a sostener una misma idea, a creer en una misma realidad.”

Por tal razón nos recomienda, no dejarnos llevar por la opinión ajena, sino construir nuestras propias ideas a partir de lo que hicieron los grandes de la historia. Así sabremos hacia dónde dirigirnos primero como individuos y luego como nación. En fin, hay que cambiar, pero siempre con un norte.

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