Lo único que pido es seguridad / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Ese es el clamor ciudadano, cuando los medios de comunicación acuden a su barrio y, venciendo el miedo, refieren los asaltos, las amenazas y los atropellos de que son víctimas. Eso, sin contar las ausencias de familiares y vecinos que han sido acribillados, ajusticiados o equivocadamente asesinados.

No existe hora del día o de la noche, en que no se sucedan robos a casas, oficinas, comercios, transeúntes, pasajeros, mujeres, hombres y niños.

Los malandrines se dan el lujo hasta de anunciar sus visitas y fechorías, marcando puertas, accesos y vehículos, mientras crece el temor, la impotencia y la zozobra.

Delitos adscritos al consumo de sustancias psicotrópicas y estupefacientes, según refieren los partes policiales, son perpetrados por estos individuos que se refugian en las sombras para cometer sus fechorías. Pero no solo eso y no solo ellos. Otros, avezados sujetos para lograr sus propósitos, agreden a sus víctimas con violencia inusitada, sin importar su condición y, golpeadas, son parte del reporte y las estadísticas que, lejos de disminuir, se acentúan y crecen desproporcionadamente.

¡Qué hacer!

Es la frase que se repite en todos los rincones, en todas las ciudades, en todos los países, en todos los parajes.

De esta suerte de afección no se libra nadie.  Ad portas de una festividad de amplia exposición y especiales comportamientos y generosidad ciudadana, como el carnaval, al son de la música y bailes populares, la alegría se contagia, y es muy probable que la inseguridad siga de manifiesto y pretenda hacer su agosto a finales de febrero.

Por si lo dicho fuera insuficiente, la inconsciencia del poder, embelesada en tener más poder, ha rebasado los límites de la racionalidad y la humanidad toda, se sobrecoge de dolor y de rabia. Un ataque anunciado en los tabloides deja ya muertos, heridos y daños incalculables en un país de singulares características que, al igual que muchos de nosotros, solo pide paz y seguridad para seguir siendo libre y vivir.

De ahí que sea indispensable redoblar esfuerzos para proteger la vida y los bienes de la población, pero también poner de parte para evitar exponernos y facilitar el cometimiento de infracciones y delitos contra nosotros mismos y nuestras pertenencias, tanto como, juntar voces para sosegar el desenfreno, la invasión y la violencia internacional que, no termina de saciar su hambre de victoria, sin importar los daños colaterales que causa esa actitud irreflexiva y prepotente.

El imperio de los zares intentando redimir su histórico fracaso.

A cuidarnos todos y solidariamente a darnos una mano cuando así se lo requiera, empezando por ser precavidos y no abandonar las medidas de protección de la salud para evitar posibles contagios y el rebrote de una pandemia que está bastante controlada.

Por favor, no nos feriemos la tranquilidad.

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