El liderazgo que queremos y necesitamos / Guillermo Tapia N.

Columnistas, Opinión


Habitamos un mundo en el que se suceden engranadamente: acciones y consecuencias. Resulta inútil entonces, pensar y sostener, que el año que decurre, apenas si es o representa una anomalía, como si se tratara de cualquiera otra. Expresar simple y llanamente que se trata de un 2020 de perturbaciones y cambios, es sin ninguna duda, subestimar lo obvio. 

Dejar de señalar que estamos viviendo una realidad en donde el cambio es aún -más vertiginoso, continuo y generalizado- de lo que pudiéramos haber imaginado, es dejar de lado un hecho sinequanon, que invita a reconocer que las condiciones para acelerar ese cambio no son de ahora, son resultantes del tiempo, se han ido construyendo, superponiendo y traslapando durante varios años y, precisamente, son los avances en la tecnología de la información, la automatización, la interconectividad humana, la inteligencia artificial, los efectos de red y la intercomunicación entre ellos, los que han derivado en esta nueva realidad.

Realidad, en la que constatamos que el cambio está ocurriendo todo el tiempo de manera sucesiva y continua, desplegándose simultáneamente en múltiples áreas de la vida y acelerando a un ritmo cada vez más rápido. 

Realidad, que supera todas las advertencias que pudieron presumirse tiempo atrás. 

En este ambiente, imposible pensar en un país sin un líder que no se encuentre o no se adapte e involucre con esta novel situación, máxime que deberá navegar en el tortuoso mar de la crisis moral, sanitaria, económica y social y, además, caminar por el cambio perpetuo, omnipresente y exponencial, de forma que hacerlo, será la prueba por excelencia del liderazgo efectivo que aguardamos en esta era. 

Liderazgo de previsión, anticipación, practicidad y superación, que difiera sustancialmente con aquella imagen del héroe imprudente y reactivo.

Parecería grosero sostener que los líderes, los equipos y las organizaciones que no manejen hábilmente el cambio, fallarán. Pero eso es así.

Y es que dominar la nueva realidad requiere definitivamente de mejoras fundamentales en nuestras capacidades colectivas y, ni se diga, en las del líder que anhelamos como conductor de los destinos de todo un país. 

Porque para avanzar se requiere de un concurso colectivo de voluntades y respaldos, de un compromiso efectivo para con la Patria y para con la familia, para con los que vienen detrás, para con aquellos niños y jóvenes que acarician un futuro todavía incierto.

Entonces ¿de qué tipo de liderazgo hablamos y qué tipo de lider llena nuestro imaginario?.

La respuesta es libre y está interiorizada en cada persona. Un modelo de liderazgo que se basa en el pensamiento lineal y local puede ser útil, pero seguramente será insuficiente. A su vez, la clave del nuevo liderazgo, es su naturaleza para adaptarse o correr el riesgo de perecer, porque encaja en la larga historia de la evolución de la especie y en su definición, ya que se refiere a la naturaleza de los seres humanos.

Finalmente cabe preguntarnos ¿qué queremos?.

La respuesta honesta, nacida desde lo más profundo del ser, no se equivocará nuevamente, porque ya se tienen cercanías comparables y experiencias vivenciales que se mantienen en las pupilas y en las Cortes.

Enderecemos sendero y avancemos en firme. Merecemos un provenir de seguridad y certezas. (O)

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