Los apodos / Lic. Mario Mora Nieto

Columnistas, Opinión

El apodo es, sin duda, un fenómeno universal presente en todas las épocas y aparentemente en todas las comunidades, aunque quizá sea más propio en las comunidades pequeñas en donde las personas tienen la oportunidad de observarse de cerca, unas a otras, captar diversas características del prójimo y asignársele una denominación fundada en ellas; es decir, motivada. Este carácter motivado del “apodo” es el que hace que con frecuencia predomine sobre el nombre “oficial”. Pues su vínculo con la persona lo hace fácilmente recordable.

            Según Mariano Lozano Ramírez, es necesario, en este contexto, hacer algunas precisiones terminológicas en relación con el significado de ciertos vocablos como nombre, sobrenombre, apodo, seudónimo, alias, mote, conceptos que ciertos hablantes tienden a confundir o utilizar equívoca e indistintamente.

            Según el diccionario de la lengua española (DRAE) se los define así:

Nombre: Palabra con que son designados voces o conjunto de voces para designar personas, animales o cosas.

Sobrenombre: Nombre añadido al nombre propio o al apellido: Gato López.

Apodo: Nombre que suele darse a una persona, tomando en cuenta sus defectos corporales o alguna circunstancia: Largo Pacho, Cuico, Sordo, Tuerto, etc.

Seudónimo: Dice del autor que oculta con un nombre falso el suyo verdadero; por ejemplo: “Pablo Neruda”, cuyo verdadero nombre fue Ricardo Neftalí Reyes Basoalto.

Alias: Equivale a seudónimo.

            Mariano Lozano, conceptúa que en general conceptos como nombre, sobrenombre, apodo, seudónimo y alias resultan poco claras sus definiciones y diferencias.

            Menciona también el término Hipocorístico que es el uso de nombres en forma diminutiva, familiar o eufemística, como: Lucho, Pepe, Meche, Pocho, Paco, Juancho, Nacho, Perico, Chalo, Lupe, etc.

Don Horacio Sevilla Carrasco, en su obra “Ambato de Antaño” nos cuenta que una vieja costumbre de la ciudad de Ambato, quizá queriendo demostrar una parte de su personalidad alegre era preocuparse de que todos tengan un apodo sin la intención de burlarse u ofender, sino con el afán de tener  un trato familiar, coloquial entre sus habitantes.

            Casi siempre los apodos se originaban en el seno de las familias o eran aceptados sin resentimientos ni enojos. Es más, hay apodos hereditarios que cubren a toda la familia: Los Chatos, Los Locos, Los Chuecos, Los Gatos, Los Flacos, Los Ñatos.

            La lista es interminable, pero, ni el paso inexorable del tiempo logrará borrar de la memoria popular a los Cuscos, Llupis, Curiquingues, Tuertos, Sordos, Chunos, Gallos Tuertos, Puchos, Lluros, Borregos, Chirimuchas y más personajes que constituyeron la esencia de nuestra ambateñía. (O)                    

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