Yo soy lo que pienso /Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión


MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

Salvando quienes padecen trastornos neuroquímicos debido a enfermedades psiquiátricas severas, quien no tiene un propósito central en su vida cae presa fácil de preocupaciones banales, indecisiones, inseguridades, miedos, problemas, y auto-compasión, dirigiéndose, tan seguro como si lo buscara con intención, al fracaso, la infelicidad, porque la debilidad no puede perdurar en un universo de poder. Si tomamos en cuenta que el propósito es procesado con nuestros pensamientos quedará claro que somos el resultado de lo que pensamos. Además, es sabido que el cuerpo es tan solo el “siervo de la mente”, ya que obedece a las operaciones de ésta, sean estos deliberados o automáticos, entonces, si tenemos permanentemente ciertos pensamientos indebidos o tóxicos utilizando dañinamente la imaginación y la suposición negativa, destructiva, el cuerpo rápidamente se hunde en la extenuación y la enfermedad. Debemos saber que más del el 90% de las cosas malas que nos imaginamos nunca suceden.

En muchas ocasiones, la salud y la enfermedad, al igual que las circunstancias, tienen su raíz en los pensamientos, si éstos son enfermizos se expresarán a través de un cuerpo enfermo. Frecuentemente, la gente que vive con temor a las enfermedades es la gente que las contrae. La ansiedad rápidamente debilita el cuerpo, y lo deja expuesto a la enfermedad; mientras haya pensamientos viciados, aunque no tengan un origen físico, pronto destruirán el sistema nervioso. El cuerpo responde rápidamente a los pensamientos que lo dominan; los hábitos de pensamiento, sean estos buenos o malos, producirán sus efectos sobre él.

El pensamiento es la fuente de toda acción, de la vida y su manifestación; si deseamos bienestar físico y renovar nuestro cuerpo, seamos selectivos con nuestra mente. Pensamientos de malicia, envidia, decepción, desaliento, le arrebatan al cuerpo su gracia y salud. Una cara amarga no es cuestión de azar, sino de sobre pensar circunstancias de amargura. Vivir continuamente con pensamientos malévolos, cínicos y envidiosos, es confinarse en una prisión hecha por uno mismo. Un cambio de dieta no ayudará en nada a una persona que no cambia sus pensamientos. Mucho tendrá que ver la actitud mental que tengamos ante las circunstancias, todos hemos visto arrugas que desfiguran y que están hechas por la necedad y el orgullo; muchos hemos visto a alguna abuelita ochentona que todavía conserva la inocente y luminosa cara de una niña.

El infierno o el paraíso no es un lugar sino una decisión de pensamiento, para esto, no sólo debemos desafiar, sino también decidir en qué pensamos, sintiéndonos así dueños de los mismos. Tener la libertad de decir que no somos esclavos de nuestros pensamientos negativos o tóxicos, y que, si la frenética vida que llevamos actualmente los provoca, pues que estén bajo nuestro dominio. Cuanto más nos entrampamos en lo que pudo haber sido o en el resentimiento sobre algo o alguien que nos lastimó en el pasado, más nos alejamos de la salud. Soñémonos libres en todos los aspectos, libres de pensamientos dañinos, esto implica también dejar de ser esclavos de nuestras opiniones. Mahatma Gandhi decía “no te apegues a nada, ni siquiera a tu opinión”.

“Tuve un enemigo que seguía mis pasos y aunque parezca extraño, yo no lo conocía. Mis planes, mis metas, todo desbarataba. ¡Un día pude encontrarlo, le destapé la cara y me encontré a mí mismo, desde ese día todo se transformó!  aquel enemigo, mi amigo se volvió.”

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