Lecturas dominicales / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

Mamá: Déjame recostarme en tu corazón

Estoy llegando al atardecer de mi vida.

Mis pies comienzan a pisar el horizonte del cierre de un día.

Y comienzo a vivir la experiencia del ocaso.

Te hundiste en la claridad, belleza y riqueza de tu día definitivo: entraste a la eternidad que es Dios.

Deja, Madre que recline en tu seno ya en plenitud,

Mi corazón que siente ya luz y las sombras del ocaso,

Para sentir y escuchar tu voz de aliento y esperanza:

Sigue construyendo tu ocaso para que mañana disfrutes conmigo la plenitud de la vida y el nuevo Sol, Dios, en el que desemboca todo ocaso.

Gracias Madre y felicidades en tu día.

“Una sociedad sin madres sería una sociedad deshumana, porque las madres siempre saben testimoniar incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral”.

“Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo”, dijo el Papa, para invitar también a ver que “no somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres”.

Además, invitó a imitar a María, porque “María es exactamente como Dios quiere que seamos nosotros, como quiere que sea su Iglesia: Madre tierna, humilde, pobre de cosas y rica de amor, libre del pecado, unida a Jesús, que custodia a Dios en su corazón y al prójimo en su vida. Para recomenzar, contemplemos a la Madre. En su corazón palpita el corazón de la Iglesia”.

Mientras el hombre frecuentemente abstrae, afirma e impone ideas; la mujer, la madre, sabe custodiar, unir en el corazón, vivificar. Para que la fe no se reduzca sólo a una idea o doctrina, todos necesitamos de un corazón de madre, que sepa custodiar la ternura de Dios y escuchar los latidos del hombre”.

 “Las madres a menudo transmiten también el sentido más profundo de la práctica religiosa porque en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida de un ser humano”, explicó el Santo Padre, quien añadió que sin ellas “no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo”.

Seas madre o no, conoces cómo se siente el amor maternal porque eres hijo o hija. Ella siempre te da su mejor palabra, su mejor sonrisa, sus mejores pensamientos. Su vida en sí ha sido para ti una huella imborrable del amor del Creador. ¡Gracias Dios por nuestras madres! (O)

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