Día del trabajo / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión



Toda reivindicación de los derechos de los seres humanos ha tenido un costo social muy alto por la pérdida de vidas de líderes y seguidores, que han levantado su brazo y elevado su voz, como protesta a los vejámenes a los que fueron y son sometidos, a fin de ser escuchados y atendidos en sus legítimos derechos en busca de una mejor calidad de vida para su entorno familiar.

Revisando la historia relata que a fines del S.XIX, en los albores de la Revolución Industrial, en los Estados Unidos, se movilizó un gran grupo de obreros, en reclamo de las condiciones laborales, dicho grupo de sindicalistas – anarquistas, llamados “Los Mártires de Chicago”, fueron ejecutados por participar en la lucha laboral reclamando por la reducción de la jornada laboral a 8 h. dirías, la prohibición de trabajos a menores, entre otras reivindicaciones. Estos atropellos en perjuicio de los trabajadores, hizo que el primero de mayo de 1886, doscientos mil trabajadores realizaran una huelga que se prolongó tres días más. Frente a esta rebelión, la policía abrió fuego, matando e hiriendo a un número significativo de obreros. Aquellas revueltas, luego del supuesto juicio, desencadeno en la prisión perpetua de tres y cinco a la horca, identificados como cabecillas de la insurrección.

En 1889, en Paris, se logra el Acuerdo del Congreso Obrero Socialista, en honor a las víctimas de Chicago, se declara el primero de mayo como “Día Internacional del Trabajador”, a nivel internacional. Desde aquella fecha, las promesas laborales fueron ampliándose, sustentadas en leyes para los trabajadores. La mayoría de las industrias decidió acatar las jornadas laborales de ocho horas.

El suceso del primero de mayo fue conmemorado por el movimiento obrero, en primer lugar; y actualmente, se continúa buscando la protección de los derechos de los trabajadores. Todas estas conquistas a través de la historia, la clase obrera ha evocado el reconocimiento de sus legítimos derechos, sustentados en argumentos reales y humanos y apagados a los principios de justicia.

Cabe destacar que las condiciones laborales en el siglo señalado fueron muy distintas a las de hoy, se puede catalogar como formas de esclavitud, cuyas jornadas se extendían hasta veintiocho horas diarias, sin descanso, sin vacaciones; tampoco había una normativa de seguridad que proteja a los trabajadores por accidentes, compensación por tipo de servicio, entre otras. Hombres, mujeres y niños, trabajaban bajo el mismo régimen. Además, preferían los empresarios contratar a mujeres y niños porque les costaba la mitad de la remuneración establecida. Este trato inhumano, claramente demostró el abuso de poder y ambiciones desmedidas por parte de los empresarios.

Sólo en la medida en que la persona actúe libremente, puede descubrir caminos por los cuales encuentren signos de opresión para luchar contra ellos, mediante la unidad social y las prácticas liberadoras. Entonces la conciencia social despierta y corresponde al significado de la vida, asumiendo responsabilidades con el propósito de enfrentar al poder opresor. De este modo generará trabajo, en bien de las mayorías.

Frente a la dimensional responsabilidad del trabajo, el Estado debe garantizar la “intangibilidad de los derechos reconocidos a los trabajadores y adoptar medidas para su ampliación y mejoramiento”. Los derechos son además irrenunciables.

LOOR A TODA LA CLASE TRABAJADORA, en su día clásico del trabajo. (O)

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