Regocijo vegetariano / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

 

Estaba tecleando mi artículo sobre el sube y baja de nuestro país cuando recibí una invitación salvadora. Un entrañable amigo, de visita en Ecuador, me invitó a una reunión casera. Estudió y vive en Ucrania, su esposa es oriunda de la zona agrícola del Don. Intercambiamos experiencias de la vida, tropiezos y aciertos de tantos años de ausencia.

Llegó la hora del almuerzo. En la mesa había unos ‘platazos’ de ensalada de algún vegetal verde, cortado en cuadros. No era lechuga. Decidí que fuera lo que fuese tenía que comer para no herir la gentiliza de la anfitriona. La ensalada estuvo deliciosa.
En la tarde, aproveché un ganchito de la conversación para salir de la curiosidad. Olguita, ¿de qué era esa rica ensalada? “Es taraxaco. A mí me fascina. Es mi ensalada preferida,” respondió, muy halagada. La anfitriona rechaza la denominación de mala hierba. “Son flores. En primavera, cubren de color amarillo los campos de mi país, casi sin ninguna ayuda. Mi abuela le llamaba ‘el vegetal necio’ porque nace y crece en lugares inverosímiles: en la rajadura de las aceras, en grietas de las paredes, hasta en la calzadas. Si alguien mata el taraxaco con pesticidas, reaparece en algún rincón de la parcela”.

“Las flores añaden fino sabor y color elegante al vino: Te sugiero tostar las raíces. Muélelas y fíltralas como café; te sorprenderás con su sabor. Los retoños tiernos hacen un excelente té. Las hojas maduras son ricas en vitaminas A y C; además de ser un buen laxante. Las abejas prefieren la flores de taraxaco. Esta cooperación de la naturaleza resulta en miel de primera calidad”.

“El taraxaco habita la tierra por más de treinta millones de años. Es un fósil”, afirma Olga. “La lechuga es el pariente más cercano. Esta clasificado entre las hierbas perennes del género taraxacum, de la familia asteraceae. El otro nombre, diente de león, viene del francés dent de lion. Si el taraxaco fuera una hierba escasa, ¿cuántos dólares pagaríamos?”

Olga se emociona: “Además de todas las bondades de este vegetal, el taraxaco es mágico. Cuando madura, la flor se convierte en lámpara de semillas que cual diminutos helicópteros vuelan en diferentes direcciones. Soplar esas semillas es rito muy serio en las zonas rurales de mi país. Es el momento de pensar un deseo”.
“O, si tú estás enamorado, puedes tejer los hilos de la semilla y formar una corona para la cabeza del amor querido” … Escuchar a Olga es un embeleso.
Me despido de la pareja bajo la promesa de sembrar unos cuantos helicópteros. Cuando llegue la cosecha, preparar la ensalada será otra cosa. (O)

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