La mujer, como expresión de lo femenino

Columnistas, Opinión

Ing. Patricio Chambers M.
Estando próximos al Día Internacional de la Mujer, que lo celebramos cada 8 de marzo, nos parece oportuno traer a colación algunos elementos importantes sobre Ellas como la expresión misma de lo femenino.
A lo largo de la historia las ideas alrededor de la mujer han variado en función de las culturas que marcan interpretaciones particulares y cambiantes. De ahí que la forma actual de ver a la mujer no es una más que otra apreciación cultural de las damas.
Sin embargo más allá de las definiciones siempre queda lo permanente, y en este caso hablamos de lo femenino como aquello que nutre la acción externa de la mujer.
No cabe duda que hace falta recuperar la visión esencial de lo femenino, misma que no puede limitarse a la sensibilidad, la pasividad y la maternidad para más bien recordar y revalorizar su condición de creadora y transformadora de vida.
Para ello hace falta sustentarse en el valor del ser interior de la mujer, que como dama va aún más allá que no es otra cosa que lo espiritual. Si la mujer es el vientre en el que se gestan la humanidad, lo femenino trae al mundo las formas y las almas engendradas en sí misma.
La mujer es como un campo que lleva en su cuerpo el conocimiento secreto de la fertilidad y del nacimiento de la vida con sus formas y expresiones.
El investigador Julían Marías habla de la mujer como “el espacio habitable”, “la creadora de la casa”. La mujer, dice él, es la “llamada de la vida” para penetrar y quedarse en ella. Es el espacio de amor y sabiduría.
De ahí que todo espacio habitable, sea el hogar, el templo o la ciudad, son el reflejo de lo femenino y la mujer puede expresar su ser a través de ellos. Depositarias del significado de las emociones es su aspecto vital en la naturaleza femenina.
De esta manera podemos devolver a la conciencia la fuerza amorosa y creativa de la naturaleza femenina. Las damas son la encarnación misma del amor y la sabiduría que en lo concreto se expresa como energía y vida.
Pero la completura de las damas está en los caballeros, como la de la mujer en el hombre, en cuyo caso le es indispensable aceptar su diferencia con él, en lugar de buscar imitarlo o combatirlo. Es el complemento de los opuestos más no el enfrentamiento.
El gran poeta Víctor Hugo, en su poesía “El hombre y La mujer” expresa esto magníficamente cuando dice:
El hombre es el cerebro, la mujer el corazón / el cerebro fabrica la luz; el corazón produce el amor. / La luz fecunda, el amor resucita… / El hombre es un templo;
la mujer es el sagrario. / Ante el templo nos descubrimos; / ante el sagrario nos arrodillamos. / El hombre está colocado donde termina la tierra; / la mujer donde comienza el cielo.

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