La meritocracia / Gabriel Morales Villagómez

Columnistas, Opinión

 

Otro de los fracasos y grandes engaños de la “revolución ciudadana” han sido las políticas públicas para generar empleo y el manejo del talento humano.

En la Constitución de Montecristi se dispuso que los ecuatorianos para ingresar a laborar en el sector público o ser promovidos en su carrera, debían pasar por un concurso público de méritos y hasta se creó un instituto de la meritocracia.

María José se graduó con reconocimiento al mérito “Summa cun Laude” en relaciones internacionales, en una de las más prestigiosas universidades del Ecuador.

Antes de la graduación la universidad, como valor agregado organizó una feria de empresas públicas y privadas para que puedan ofertar empleos a los estudiantes. María José en la feria realizó contacto con 12 instituciones públicas y 3 privadas.

Después de graduarse, casi todas las dependencias públicas la llamaron a participar en los concursos de méritos y oposición para seleccionar supuestamente a los mejores perfiles.

Durante los procesos de selección pudo conocer a muchas personas con excelentes hojas de vida, que aplicaban para los mismos cargos y coincidentemente ninguna acedía a los puestos de trabajo y quienes obtenían los mejores puntajes y eran contratados al finalizar los concursos, eran funcionarios que ya trabajaban en las instituciones públicas convocantes, mediante contratos eventuales.

Entre todos realizaron un seguimiento a los concursos y perfiles de los ganadores, verificaron su historial de vida en las redes sociales y no eran de los mejores, todos aparecían como adherentes al movimiento político de gobierno o a los ministros de turno. Entonces llegaron a la conclusión de que no había tal meritocracia, existía tráfico de influencias.

María José y los otros participantes eran utilizados para simular concursos y legitimar procesos contaminados de corrupción.

Sí, la política de empleo de los “revolucionarios” se circunscribió a malgastar el dinero de la bonanza petrolera y a engordar la burocracia del Estado, simulando concursos de méritos para ubicar a los parientes, amigos y adherentes ideológicos, a cambio de sumisión y obediencia, para poder mantenerse clientelarmente en el poder.

No obstante que los “revolucionarios” al inicio del gobierno se refirieron a la meritocracia, haciéndonos creer que en su gobierno iban a participar los mejores perfiles para ocupar las vacantes de la función pública, a través de concursos transparentes de méritos y oposición y lo que hicieron fue corromper el sistema de vinculación laboral del sector público.

Pero no se podía esperar tanto, pues mientras con engaños nos exigían títulos y posgrados para acceder al sector público, teníamos de referentes a un vicepresidente que copió la tesis de grado y ahora está preso por corrupción; una presidenta de la Asamblea que apareció con título de la noche a la mañana; un grado en combo de los señores Alvarado y el título falso de Pedro Delgado.

Si la sociedad fuera justa, todo lo logrado por los individuos con esfuerzo y méritos debería servirle para acceder a una mejor condición de vida, sin embargo las virtudes, el talento humano, la educación, la competencia o aptitud para un determinado puesto, no ha sido suficiente y han primado más los compromisos políticos e ideológicos, el apadrinamiento e incluso la venta de cargos como en algún momento se denunció en la Fiscalía.

Aquí, la famosa “meritocracia” no le dio una oportunidad a María José, sin embargo ahora ella labora en una ONG internacional de protección a refugiados y se perfila para ir a trabajar en las Naciones Unidas. (O)

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