Urgencia de la paz / Editorial
A pocos días de cumplirse dos años del brutal ataque del grupo terrorista Hamás a Israel, las cicatrices siguen abiertas y la tragedia humana se multiplica. Lo que comenzó con la masacre de más de mil personas, con secuestros de ciudadanos de distintas nacionalidades y heridas aún sin cerrar, ha derivado en una guerra cuya espiral de violencia parece no tener fin.
Hoy, la cifra de muertos en Gaza supera los sesenta mil, mientras decenas de miles han sido desplazados. El sufrimiento es inconmensurable, tanto en Israel como en Palestina. Frente a esta devastación, el presidente de Estados Unidos ha presentado un plan de paz que, en principio, cuenta con la aceptación de Israel y algunos líderes mundiales. Este se fundamenta en la devolución de los rehenes que aún permanecen con vida —unos treinta— y en la suspensión inmediata de los ataques a la población civil.
Más allá de ideologías y posiciones políticas, lo que realmente importa son las personas. Cada día que pasa sin un acuerdo digno entre Israel y Palestina, más vidas se pierden y más futuro se destruye.
Por el bien de la región y de la estabilidad mundial, Hamás debería ser proscrito y desarticulado. Los excesos cometidos en esta guerra deberán ser juzgados en su debido momento. (O)