Soledad

Hay gente que vive sola, hundida en la tristeza y amargura, mientras que otros, en las mismas circunstancias son inmensamente felices. ¿De qué depende?
La idea socialmente aceptada que tenemos de la palabra “soledad” es: aislamiento, alejamiento, separación, pero no siempre es así porque, muy por el contrario, la soledad también puede ser, aunque suene paradójico, el acto en el que menos solos nos sentimos.
Es que, no es lo mismo estar solo que sentirse solo. Lo primero es estimulante, lo segundo, deprimente. Y a menudo, la sociedad identifica estar solo de la misma manera que sentirse solo, lo cual es un grave error.
Usted mismo, con toda seguridad, debe haber experimentado en algún momento paz y sosiego estando solo. Por lo general ahí, al encontrarnos unidos al eterno presente, es cuando florecen los aspectos más bonitos de la vida como la creatividad o el amor por uno mismo. No así, cuando alguien en verdad se siente solo, no es difícil identificar que lo único que rodea a ese individuo es penumbra.
Veámoslo desde otro ángulo. Uno puede vivir rodeado de gente, pero sentirse solo; o, estar solo a pesar de estar rodeado de gente. Para el primer escenario, a lo mejor usted conozca la desdicha de alguien que conviviendo en familia éste se sienta en total soledad, u otro, de los más comunes: vivir muchos años en un condominio y no conocer al vecino de al lado, también es un tipo de soledad. El segundo escenario: estar solo a pesar de estar rodeado de gente, no significa que tenga que apartarse unos metros del grupo o que se mantenga meditando en flor de Loto mientras el resto hace su día a día, es simplemente que interactúa normalmente, pero conectado con su Ser interior. El ama de casa que lava los trastes durante la sobremesa o un orador inspirado, son un gran ejemplo.
En resumen, no es malo estar solo, sí lo es sentirse solo; pero si llegase a pasar, es fundamental buscar un propósito de vida. Y siempre, el mejor y más alto propósito que alguien puede perseguir es aprender a amarse a uno mismo, y que por lo general se consigue estando solos y en silencio.
El libro Un curso de milagros nos enseña que la verdadera compañía no depende de la presencia física de otro cuerpo, sino de la unión de mentes en el Espíritu. Cuando elegimos unirnos en el propósito del Espíritu Santo (extender el amor y el perdón), experimentamos una conexión profunda y real que trasciende la forma y elimina cualquier sensación de soledad. Tomemos en cuenta que la soledad es una invención del ego para mantenernos aislados y convencidos de que somos incompletos y separados de la Fuente de nuestro ser. (O)