Realidad, pensamiento y acción

Columnistas, Opinión

Hay un afán inusitado en personas, medios y redes por ser los primeros en difundir las noticias. Tan inusual que se ha vuelto costumbre y para muchos… obsesión. ¡Si! así como se escucha. El “Pulitzer” se quedaría corto e insuficiente frente a lo que significa ser el primario en comunicar lo que pasa y anticiparse en lo que va a venir. 

Lo más grave es que tenemos que convivir con ello.

Es que, en tiempos de incertidumbre o crisis, quienes logran observar la realidad con lucidez, pensar con claridad y actuar con decisión, son los que trazan rutas hacia la subsistencia; y, más aún, hacia la transformación. Sin que necesariamente sean quienes anuncian primero lo que ven o lo que imaginan. 

La triada “realidad, pensamiento y acción” superando la imaginación filosófica, podría asumirse como una herramienta vital para la supervivencia individual y colectiva. 

Simplemente, porque implica mirar de frente, sin autoengaños ni idealismos excesivos; al tiempo de dotar de sentido a lo que se vive, esto es, inducir a analizar, discernir o prever; y, porque no basta con saber, es preciso hacer y, hacerlo bien, para trascender. 

Dicho así, sobrevivir no sería solo resistir el golpe. Sino aprender a leer el entorno, interpretar sus señales y responder con inteligencia y coraje. Agregaría más. Es indispensable hacerlo con sentido común. Porque el sentido común, en la vida como en la política, constituye ámbitos que comparten una raíz, pero se bifurcan en sus exigencias, riesgos y consecuencias.

La clave de toda resiliencia auténtica, bien podríamos encontrar en ese ciclo dinámico.

Aunque es menester señalar que, la obstinación, tiene un rol interesante en todo este esfuerzo y puede desempeñar un papel ambivalente: como fuerza propulsora o trampa paralizante. Todo dependerá de cómo y cuándo se manifieste, ya que, puede ser el motor que impulsa la acción o el ancla que la detiene

Entonces, reconocerla como aliada o enemiga será siempre el desafío. Y no tema privativo de quien preside o dirige, sino también, compromiso ineludible de quien se beneficia o elige. 

Advertencia y labor conjunta diría yo, para entender y alcanzar objetivos.

Pues en la cotidianidad, el sentido común es esa “sabiduría práctica” que permite orientarnos en medio del caos, para resolver problemas simples sin necesidad de teorías sofisticadas y entender, por ejemplo, que no se grita en un funeral, o que, si hay fuego, se busca agua para sofocarlo.

Es “la voz de la experiencia colectiva”, nutrida de costumbres, cultura y educación informal.

Y en política, aunque suele ser invocado como argumento incuestionable. «Lo que cualquiera con dos dedos de frente debería entender«. Es cuando surge como problema, porque lo que se presenta como sentido común puede ser ideología disfrazada, amén que permita conectar con el pueblo llano y con la realidad, para facilitar la toma de decisiones rápidas y reforzar la legitimidad de acciones que coinciden con el sentir colectivo.

Peligroso será, por decir de algún modo, si es usado como justificación de prejuicios, exclusiones o populismos.

“El sentido común no es algo fijo ni inmutable: es un producto histórico y por tanto puede cambiar” sostenía Antonio Gramsci; y, es por eso por lo que, más que aferrarnos a él, debemos actualizarlo, educarlo y usarlo como punto de partida, no como excusa para no pensar.

Asistimos a un momento histórico en el devenir democrático. Antes de lanzar todo por la borda, hagamos el esfuerzo de mantener la mente abierta para escuchar, razonar y defender acciones legítimas y nuestro derecho a ser mejores y superarnos día a día. (O)

Deja una respuesta