Provincia de Quito incluía Panamá

Columnistas, Opinión

La definición de provincia la trajo la administración española a América con un sentido netamente administrativo. El término proviene de la tradición romana que tenía provincias con demarcación territorial para ejercer el control político, militar, económico y administrativo. Esta palabra implica que una provincia era una territorialidad dependiente de una capital. El provinciano era un habitante “de segunda” clase que no formaba parte del grupo citadino capitalino con orgullo distintivo por pertenecer al grupo que vivía cerca de los beneficios del poder. Creo que este significado no ha variado entre nosotros.

En América, donde todo se desdibuja y se reinventa, nos encontramos con provincias civiles y con provincias eclesiásticas. En la antigüedad una autoridad provincial civil estaba facultada para resolver problemas de pleitos judiciales “civiles” en lugar del emperador y sus jueces.

Una provincia eclesiástica no es sino una implantación de un gobierno paralelo dispuesto y ejercido por la iglesia cristiana que cogobierna hasta la actualidad a los pueblos hispanoamericanos. Por eso la Real Academia explica que este gobierno tiene un “provincial”     cuando el Superior es varón;  y una “provinciala” cuando es una mujer la que está al mando de los conventos donde se congregan a mujeres a la dependencia administrativa y de poder femenino.

Es interesante volver sobre la etimología popular que explica que pro-vincia viene de pro -vincere. La provincia así es un territorio donde se han quedado a vivir los vencidos. Una provincia originalmente en América es una territorialidad de extensión ilimitada donde tampoco importaba la composición étnico cultural de los sometidos que pasaron a ser vistos como tributarios. Las provincias eran consideradas como repartos burocráticos derivados de beneficiarios políticos.

Un provinciano está bajo control de los vencedores. En nuestro esquema jerárquico actual estamos doblemente sometidos puesto que tenemos a un gobernador que nos gobierna en nombre de poder Ejecutivo; y a un prefecto provincial que administra los bienes del Estado en procura de la obra pública de especiales competencias.

En lo religioso estamos dependiendo de un obispado que cogobierna espiritual e ideológicamente a la feligresía con un esquema propio de administración. Históricamente en América una territorialidad de una provincia eclesiástica podía ser más extensa que una provincia regentada por un civil.

Recordemos como ejemplo de 1771, que Mario Cicala, sacerdote jesuita, escribió su: Descripción histórico topográfica  de la Provincia de Quito, de la Compañía de Jesús. Alude que es una provincia del Perú. Esta descripción tiene que ver con la Audiencia de Quito. Por la importancia del caso para los ecuatorianos, transcribo lo pertinente: 

“Capítulo II.- De la Provincia de Quito.- “A mi parecer es una de las provincias que tiene mayor extensión…En el hemisferio septentrional llega hasta el Escudo de Veraguas  y un poquito más allá (en el Caribe) está dentro de la línea que limita la latitud de la Provincia de Quito, quedando fuera de dicho límite la isla llamada Santa Catalina, isla llamada por todos Roncador ( hacia el mar entre Cartagena y Cuba) y muchísimas islitas y bancos de arena…

En el hemisferio austral la extensión hacia el polo de la provincia de Quito llega hasta donde desemboca el gran río llamado Beni en el Ucayale que a su vez desemboca en el famoso río de las Amazonas…(O)

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