Misterio, fe y naturaleza en Cuicocha

La Laguna de Cuicocha, también conocida por su nombre ancestral Tsui-Cocha o “Laguna de los Dioses”, se alza majestuosa a 3.068 metros sobre el nivel del mar, como una joya natural de la provincia de Imbabura. Ubicada a tan solo 12 kilómetros de Cotacachi y 14 de Otavalo, esta laguna forma parte esencial de la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas y guarda en su interior un cráter inundado de origen volcánico, formado al pie del imponente volcán Cotacachi.
Con una extensión de 4 kilómetros de largo por 3 de ancho, Cuicocha alberga dos islotes cubiertos de vegetación exuberante: Teodoro Wolf y José María Yeroví.
El espejo de agua profundo, que alcanza los 200 metros en algunos puntos, emana gases visibles que brotan del fondo, recordando a los visitantes que se trata de un cráter volcánico aún activo.
Más allá de su majestuosidad geológica, Cuicocha posee un profundo valor espiritual y cultural. Es considerada una laguna sagrada por las comunidades indígenas locales, quienes cada año, en el solsticio de verano, celebran en sus orillas rituales de purificación shamánicos.
Los baños ceremoniales buscan restablecer la armonía del cuerpo con la naturaleza, en un vínculo ancestral que ha sobrevivido siglos.
La fauna de la zona también es parte del espectáculo natural. Los visitantes pueden avistar animales como cuyes de monte, conejos silvestres, armadillos, zorros andinos y una gran diversidad de aves: tórtolas, colibríes, lechuzas y mirlos. En raras ocasiones, el Cóndor Andino —ave emblemática del Ecuador— planea sobre las aguas, dándole un aire de leyenda viva al lugar.
En el lugar se rinde homenaje al quiteño José María de Jesús Yeroví, figura de fe y vocación. Abogado brillante que tras sobrevivir un naufragio en esta misma laguna, decidió dedicar su vida al sacerdocio como agradecimiento divino. La promesa sellada en Cuicocha lo llevó a ser ordenado sacerdote en 1845, y su vida santa lo convirtió en candidato a la beatificación desde el año 1900. Un monumento en el sitio honra su legado espiritual.
La Laguna de Cuicocha es, por tanto, mucho más que un atractivo turístico: es un crisol de historia, espiritualidad y biodiversidad, donde lo natural y lo sagrado se funden en un solo espacio. Una visita a este lugar es un encuentro con lo sublime. (I)