Luces y sombras / Editorial
La semana que concluye nos deja un legítimo motivo de orgullo: dos futbolistas ecuatorianos, William Pacho y Gonzalo Plata, han sido protagonistas en la final de la Copa Intercontinental de Fútbol. Ambos, titulares indiscutibles en sus clubes y en la selección nacional, confirman que el talento ecuatoriano no solo compite, sino que se consolida en la élite del balompié internacional
Sin embargo, esta satisfacción convive con una noticia que empaña el buen momento del llamado deporte rey. Los tentáculos de la delincuencia organizada parecen intentar infiltrarse en el campeonato ecuatoriano de fútbol a través del arreglo de partidos y las apuestas ilegales, una práctica corrosiva que amenaza la esencia misma del juego. El asesinato del jugador Mario Pineida, que podría estar vinculado a esta oscura red, enciende una alarma que no puede ser ignorada
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Históricamente, el fútbol ecuatoriano se ha distinguido por su transparencia y honradez, valores que han permitido su crecimiento y credibilidad dentro. Precisamente por ello, resulta indispensable una reacción oportuna de las autoridades deportivas y judiciales, para evitar que la violencia y la corrupción erosionen lo que con tanto esfuerzo se ha construido. (O)
