Las bases militares extranjeras y la soberanía inteligente

Columnistas, Opinión

La reforma constitucional, aprobada este 3 de junio por la Asamblea Nacional, que permite la presencia temporal de fuerzas extranjeras en territorio ecuatoriano con fines de cooperación en seguridad, marca un punto de inflexión crucial para la política de defensa del Ecuador. Más allá de los eslóganes ideológicos que han dominado este debate por años, esta reforma representa un paso pragmático y urgente frente a una realidad que ya no podemos ignorar: el país enfrenta una crisis de seguridad sin precedentes.

Durante décadas, la Constitución ecuatoriana mantuvo una prohibición estricta sobre cualquier tipo de base militar extranjera. Esta disposición respondía a contextos geopolíticos distintos, donde la soberanía se entendía como un aislamiento férreo frente a cualquier forma de cooperación militar internacional. Hoy, sin embargo, enfrentamos desafíos globales —como el narcotráfico transnacional, el crimen organizado y la trata de personas— que requieren respuestas coordinadas y técnicas altamente especializadas.

La reforma no permite bases militares permanentes ni cesión de soberanía. Más bien, habilita acuerdos temporales y específicos con países aliados para operaciones conjuntas, entrenamiento o apoyo logístico. Esto puede traducirse en un fortalecimiento concreto de nuestras capacidades estatales, sobre todo en zonas costeras y fronterizas donde la presencia del Estado es débil o inexistente.

Además, esta decisión no es inédita ni arriesgada. Otros países latinoamericanos han logrado modelos exitosos de cooperación militar sin perder control sobre su territorio ni su política exterior. La clave estará en la transparencia de los acuerdos, la supervisión legislativa y el respeto irrestricto a los derechos humanos.

Quienes se oponen a esta reforma por temor a una supuesta “militarización extranjera” olvidan que hoy ya existe una militarización interna, insuficiente para resolver el problema. Necesitamos aliados, no por debilidad, sino por sensatez. Porque defender la soberanía también implica defender la vida, la seguridad y la paz de los ecuatorianos.

La reforma recién aprobada no es una renuncia a la soberanía. Es, al contrario, una demostración de soberanía inteligente: saber cuándo y cómo cooperar para proteger lo que más importa. (O)

alvaro.sanchez2000@hotmail.com

Deja una respuesta