Garantias constitucionales en la carta de la democracia

Columnistas, Opinión

¿Por qué ha querido dedicar  el Dr. GUILLERMO BOSSANO capítulo especial a las Garantías de la Carta de la Democracia?  Pues, sencillamente porque no obstante todo lo anotado en los artículos tratados por el Dr. BOSSANO  y que elocuentemente revela la evolución de nuestro Derecho Constitucional, es la parte relacionada con las Garantías la que merece ser estudiada y conocida con mayor detenimiento, desde luego que en esa materia se expresa el verdadero proceso de superación jurídica al que llega el Estado nuestro. Las garantías crean el vínculo jurídico  entre el pueblo y la autoridad y a través de ellas  circula el caudal de la libertad, de la justicia, del derecho de los ciudadanos. Nada más preciado y superior para ellos que sus garantías, que son su protección y su respaldo frente al abuso, la arbitrariedad y los múltiples vicios de gobernantes y de subalternos de alguna cuota de autoridad. Nada lastima tanto el espíritu y dignidad de un ciudadano como el quebrantamiento de sus garantías por parte de los poderosos. Las grandes transformaciones y luchas de los pueblos han tenido como causa el atentado del Poder contra las garantías ciudadanas, que son por lo mismo tan respetables y tan imperativas. No interesa ya hablar tan sólo de las facultades de que están revestidos los Poderes  o Funciones del Estado, porque hemos desembocado inconteniblemente en los tiempos en que la Democracia no puede circunscribirse al campo limitado señalado por Lincoln, como “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, sino que y fundamentalmente tiene que ir a la realización del gobierno con el pueblo y éste ha de estar amparado por garantías mas humanas y justas que le rodeen de elementos que hagan de su existencia no un tránsito de lágrimas, sino mejor una realidad que armonice con su condición de dignidad y humanidad.

El mayor grado de civilización y cultura de un núcleo humano se manifiesta no solo por los elementos de la técnica y por las obras científicas y literarias, sino y señaladamente por los signos positivos que conectan la vigencia armónica del deber y del derecho, de los de arriba y de los de abajo, por medio de los elementos conductores que no son otros que las garantías otorgadas y mantenidas mutuamente y engendradoras de la paz y el bienestar colectivos.

El verdadero equilibrio, por tanto, entre gobernantes  y gobernados no ha de buscarse en otra matriz que en aquella que, por constituir un incomparable lazo de unión se identifica claramente en el ser y deber ser de los pueblos, a través de las garantías de que gozan éstos para una existencia más digna, más libre, más justa.  (O)

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